Conciencia: ¿más allá de la materia? Angustia existencial y el sentido del espíritu, nueva entrada para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, abundando sobre cuestiones que atañen a la idea del alma, psique o espíritu tratados en anteriores post.
CONCIENCIA: ¿MÁS ALLÁ
DE LA MATERIA?
ANGUSTIA EXISTENCIAL
Y EL SENTIDO DEL ESPÍRITU
Los nihilismos actuales se
complacen en establecer las motivaciones humanas satisfechas a tenor de la
complacencia y reparación de las necesidades e impulsos instintivos, la homeostasis necesaria para mitigar las
tensiones internas que aquellas pulsiones acaban provocando en el individuo. No
creo que sea discutible el incremento alarmante de la angustia existencial
basada en la contemplación del sórdido vacío que contempla la vida de los
hombres, dando igual si lo detectamos en sociedades capitalistas o social
comunistas y que, en modo alguno, resulte extraño que pueda culminar en
profundos vestigios de perturbaciones psíquicas (y físicas) que incidirán
inevitablemente en el comportamiento social de nuestras colectividades humanas.
Parece,
además, que el adocenamiento de la ciudadanía aleccionado por ideologías y
doctrinas descarriadas por la visión material reduccionista amparadas por un
mal entendimiento de la ciencia y las nuevas tecnologías, si es que el hombre
es catalogado en su especie como una máquina netamente biológica activada por
más o menos complejos mecanismos bioquímicos, acaba concluyendo en
comportamientos pasivos, automatizados y no pocas veces profundamente cínicos.
A todo lo cual la ciencia, incluso la misma psicología, cuando trata de explicar
comportamientos que de degradar y despreciar la humanidad del
ser humano,[1] y que no
pocos avisados especialistas han llegado a diagnosticar como la tríada neurótica de las masas[2],
a saber: la depresión, la adicción y la agresión, a juicio de no pocos,
acreciendo a la sombra de la frustración existencial.
Se
lleva relegando a un olvido ¿imposible? la
Imago Dei,[3]
el De Caelesti Hierarchia[4]
o la divina inteligencia continentur
agustiniana y, desde luego, el Eidos platónico,
paráfrasis del Archetypus (arquetipo)
junguiano. Esas representations
collectives, que incluyen también el alma y sus derivadas representaciones simbólicas
y de la cosmovisión primitiva, que
abarcan mitos y leyendas, las cuales reflejan la singular naturaleza de la
psique humana, ya no sirven y merecen excluirse de cualquier estudio serio
científico sobre la conciencia del hombre, ya que esta es sólo un patrón
biológico (neurológico) descriptible y previsible de los seres humanos en su
acontecer psíquico, obviando, así parece inferirse de estas aproximaciones, los
contenidos inconscientes profundos de nuestra mente y todas las imágenes y
símbolos que han nutrido durante siglos los mitos, y cuyas experiencias
primeras de la divinidad no son más que una ficción explicativa de la realidad
positivo materialista del mundo, acaso obviando una realidad incontestable, la
creación del ser humano de imágenes
protectoras y benéficas que permitían expulsar el drama anímico hacia el
espacio cósmico[5]
que protegieran –inhibieran-de la vida lo inquietante de las simas de la psique
humana. Esta pobreza espiritual indiscutible de nuestros días es el sacrificio
necesario en el tabernáculo de la razón y la ciencia positiva para mejor
ofrenda al materialismo rampante e indiscutido e indiscutible de los tiempos
que nos ha tocado vivir, aunque sus presupuestos estén basados acaso no ya en
conjeturas sobre la inexistencia de las potencias del espíritu (de la
conciencia y lo inconsciente que lo integran), sino en ridículos prejuicios que
veremos componen sus presupuestos.
Cuando
el profundo y extraordinariamente complejo mundo de lo infinitamente pequeño
descrito por la física actual, ya había sido mucho antes propuesto por la
sabiduría antigua con expresiones poéticas que se hacían verdad en virtud de la
belleza de su lenguaje, parece no hacernos reflexionar lo más mínimo sobre una
cuestión que en modo alguno ha sido superada, a saber: la realidad de la
consciencia[6] como vía
de entendimiento –e integración- del mundo. Naturalmente que atender a esta
conciencia es mirar detrás del espejo para trascender cualquier celaje y mirar
allí donde casi nadie mira por terror de ver más allá de la máscara, de
vislumbrar su propia sombra, pues será lo primero que requiera cualquier
conocimiento de sí mismo, a fuer de saber que, perdida la conciencia –como
entidad controlable y racional-, sólo queda la posesión, mas como diría Jung,
desde que las estrellas cayeron del cielo
y nuestros más altos símbolos se desvanecieron, rige la vida secreta en lo
inconsciente[7].
Pero en verdad sucede algo increíble cuando, al albur de la ridícula
suficiencia de unos principios de supuestamente valor indiscutibles, la ciencia
y todo su despliegue metodológico racional positivo, no son capaces de explicar
todo lo que deviene e importa al hombre a la búsqueda de su sentido, decimos,
que se rechazan o se someten a un olvido imposible toda una rationalis increada, si es espontánea en la vida psíquica, pero quizá
sea porque el ánima entra en el reino de lo numinoso, y así mismo da tanto
terror –inconsciente- porque lo que en la actualidad hemos desterrado de
nuestro reino de luz racional para siempre, es un imposible, y aunque hay
justificación para temer el caos que puede suponer este ánima vital, madre de todo sin sentido y de toda tragedia,[8] sin embargo también será el psychopompos (conductor del alma, que
indica el camino hacia el más alto significado.[9]
El empecinamiento
de que cualquier movimiento psíquico puede expresarse mediante el juicio
racional, intelectual, fisiológico, neurocientífico… es no entender ese Élain vital bergsoniano, cuyo impulso
encierra una sabiduría profunda, cuya secreta intención diría pretender
comunicarnos algo que no se puede por semejantes herramientas. Se precisa de
una hermenéutica que, incluso ante la vorágine y el desconcierto, nos muestre
las leyes del caos a las que, no obstante, lo más arbitrario acaba encontrado sujeción
permanente. En cualquier caso, con aquella acta de defunción del alma
anteriormente anunciada, no se ha caído en la cuenta de que esta no es sino un
producto netamente empírico y no una producción mito teórica y cuya negación no
es sino un claro prejuicio ante una realidad incontestable, no en vano
cualquier descripción de cualquier acontecer físico ha de estar sometido a un
proceso psicológico; cuestión esta de muy amplio y complejo debate en el ámbito
de la denominada física cuántica,[10]
todo lo cual expone una falta de audacia, pero también de humildad, en relación
a lo que sabemos de la conciencia y sobre todo del alma (del espíritu, de la
psique…) como el factor integrador de lo consciente e inconsciente, cuya
naturaleza no tiene por qué regirse por los mismos parámetros de los procesos
materiales físico-químicos.
Dejamos
para posterior entrada cuestiones que atañen a lo ya expuesto y que se refieren
elementos psíquicos arcaicos que permanecen en nuestra mente y que se vierten
al mundo expresadas como una suerte de magia simpatética[11] que,
en realidad, no son sino proyecciones de lo inconsciente, las cuales muestran
que cualquier apreciación o representación del mundo conlleva una idea, un
sentido, una significación superior, igual da que sea agnóstico, ateo o religioso.
Francisco Acuyo
[1] Frankl,
V.E.: El hombre en busca del sentido último, Paidós, Barcelona, 1999, p.125.
[2]
Weisskopf-Joelson E. y otros: Realtive emphasis on Nine Values by a Group of
College Students, Psychological Report, 24 (1969), p. 299.
[3] De Filón
de Alejandría: Opif Mundi.
[4] De
Dionisio el Aeropagita
[5] Jung, C.
G.: Arquetipos e inconsciente colectivo, Paidós, Barcelona, 2010, p. 24.
[6] EL
concepto de conciencia (y espíritu y alma) que manejo incluye el ámbito
profundo del universo de lo inconsciente psíquico.
[7] Jung, C.
G.: opus cit. P. 42.
[8] Ibidem,
p. 51.
[9] Ibidem.
[10] No será
necesario recabar información y bibliografía al respecto de la importancia
capital de la conciencia del observador en los resultados de los experimentos
en el ámbito de la física de lo infinitamente pequeño.
[11] Era la
magia donde lo similar produce lo similar, y aquellas cosas que han estado en
contacto una vez siguen teniendo una influencia mutua una vez separadas.
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