DE
LA BELLEZA Y SU IRRACIONALIDAD TERAPÉUTICA
De los efectos sorprendentes, sugerentes y estéticos (y
terapéuticos) de la estructura retórico poético, cabe evaluar aquel que pone
inevitablemente en cuestión y debate uno de sus fundamentos de significación y
sentido, a saber, el valor de la belleza. Pero, ¿qué es el valor
de la belleza, o, mejor, en qué se fundamenta? Berkeley señalaba en relación a
la misma realidad –bella o no- su esse est percipi,[1]
ya que es, por qué es percibido, y quiere que esa percepción objetivamente
dure. Ahora bien, ¿esta percepción consciente es un epifenómeno de un órgano
(el cerebro) basado en su estructura electroquímica (material)?
El universo de lo subjetivo no parece del todo descriptible
a través de los habituales correlatos neuronales. De hecho, la admisión de que
realidad de lo consciente ejerce su influencia en la realidad física[2]
nos habla de otra realidad fáctica tan evidente como puede serlo la constate
espacio-tiempo, la carga, la masa…, claro está que nos referimos a la
conciencia.
La
percepción y valoración de la belleza es una de las maneras más intrigantes de
confirmar la conexión entre el mundo supuestamente separado de lo objetivo
(material), y el universo de lo interior o subjetivo, que a todas luces parece
ser la forma más cercana a la verdad de cómo el mundo de la realidad se
conforma. El equilibrio, la proporción, la simetría… son propiedades que la
belleza exhibe y que nos hablan de una realidad valorada por una conciencia
sensible –consciente- y singular que lo bello encierra. Reconocida la
verosimilitud de ambas realidades (la de lo perceptible cotidiano materializado
para nuestra conciencia, y la de lo hermosamente
conseguido[3]
para gozo y elevación de nuestro espíritu a través de la belleza), y, en fin, podemos
asentar el hecho de que hay diversas
maneras de realidad, pero que todas tienen el nexo común de la conciencia.
maneras de realidad, pero que todas tienen el nexo común de la conciencia.
La
realidad de lo bello es la realidad de la conciencia (que valora y se estimula
en dichos valores), mas, ¿también la realidad de lo físico objetivo es
posible en virtud de la realidad de la conciencia? Cuestión harto debatida y
sin respuesta definitiva por parte de la ciencia de lo infinitamente pequeño (nos
referíamos en notas anteriores a la física de la teoría cuántica), y que a mí
me ha hecho reflexionar sobre la importancia de la conciencia como factor
capital a la hora de dar forma y materia a los valores de la belleza expresos
en la obra de arte, así como en el reconocimiento de dichos valores en la misma
naturaleza. Mas, ¿puede tener la percepción de la belleza un efecto
terapéutico?
A menudo he podido constatar una análoga manera a la
contemplación cuántica del mundo: entenderlo a través del valor de la belleza
(aun cuando muchas veces, en sus variadas representaciones, pueda tener un
marcado carácter simbólico), y es que se caracteriza la apreciación estética
por una conexión no siempre racional (si no intuitiva) a la hora de establecer
sus vínculos con la realidad de los que son sus objetos de belleza. La
vinculación es intemporal y muchas veces universal –arquetípica- y
perfectamente reconocible por muy diferentes culturas. En cualquier caso, la
realidad de lo bello no necesita la objetivación física para ser real y
reconocible. La inducción científica (que deduce de lo particular lo general)
produce problemas lógicos que acaso son superados –irracionalmente- por la
valoración de la conciencia de lo bello
(que, por cierto, no tiene por qué ser consciente). Más será a partir de la
reflexión sobre la belleza más que por la indagación de los planteamientos
extraños de la mecánica cuántica sobre cómo funciona la naturaleza, como llegue
a plantearme la interrogante, hoy en la ciencia de la física ampliamente
extendida, de si: ¿es la consciencia –en su más amplio sentido- el fundamento
vinculador, incluso creador –instantáneo- de lo que acontece en el mundo?
La
percepción y valoración de la belleza es una de las maneras más intrigantes y
sagaces de confirmar la conexión entre el mundo supuestamente separado de lo
objetivo (material), y el universo de lo interior o subjetivo, si es que se me
antoja a todas luces que muy bien pudiera ser la forma más cercana a la verdad
de cómo el mundo de la realidad se conforma. El equilibrio, la proporción, la
simetría… son propiedades que la belleza exhibe y que nos hablan de una
realidad valorada por una conciencia sensible –consciente- en relación a lo que
lo bello encierra. Reconocida la verosimilitud de ambas realidades (la de lo
perceptible cotidiano materializado para nuestra conciencia, y la de lo hermosamente conseguido para gozo y
elevación de nuestro espíritu a través de la belleza), podemos asentar el hecho
de que hay diversas maneras de realidad, pero que todas tienen el nexo común de
la conciencia.
Francisco Acuyo
[1] Ser, es ser percibido.
[2] Una de las ciencias
duras por excelencia, la física (cuántica) da cuenta de este hecho experimentalmente
constatable y que muchas veces la propia neurociencia no acaba de digerir en
todas sus consecuencias.
[3] Analogía traída a
colación de los versos de, Jiménez, J.R.: Dios
deseado y deseante, Aguilar, Madrid, 1961.
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