¿ES UN CONSTRUCTO CULTURAL
LA IDEA DE TRASCENDENCIA?
EL SÍMBOLO Y EL MITO
DE LO ETERNO
En tiempos de posmodernidad en
los que se cuestiona –grotesca y ridículamente- hasta la naturaleza misma del
sexo, donde el hombre y la mujer son calificados de construcciones culturales,
cuestiones como la idea de trascendencia, verdad última o eterna, serán, a día
de hoy, no solamente soslayadas, irremisiblemente ignoradas. En cualquier caso,
será inevitable para cualquier persona en algún momento más o menos crítico de
su vida, verse incitado a plantearse qué hay de realidad en un mundo
evidentemente transitorio y con apariencia inevitable de sin sentido.
Una
de las evidencias que nos muestra la contemplación de los mitos a lo largo de
la historia de la humanidad, será sin duda, el ¿enigmático? carácter universal
de los mismos. Pero, ¿hasta qué punto sobreviven estos –mitos- en un mundo
descreído, agnóstico , cuando no ateo, donde la razón científica se ha
encumbrado como la verdad absoluta sobre lo que sea la realidad, aunque esta
siga sin responder a las cuestiones fundamentales que obsesionan a la humanidad
desde sus orígenes? ¿Es el inconsciente el dueño y señor de nuestras más hondas
inquietudes manifiestas a través de sueños, símbolos o alegorías?
Freud,
y en bien distinto grado, unas veces de matices, otras de fundamentos, Jung,
daban cuenta de la realidad inexcusable de estas realidades psíquicas para
cualquier inteligencia despierta. ¿Será posible traer a colación asuntos de
esta índole y alcanzar algún interés por el público adocenado por la imagen
televisiva, o el esclavo de las nuevas tecnologías (aunque desconozca de ellas
su origen y sus más mínimos rudimentos científicos), o del subyugado por esta o
aquella ideología al servicio del poder más zarrapastroso e inmediato? Este
medio no trata con mucho de tal cosa. Acaso, motivar, despertar, interesar al
que, hastiado de tanta inmundicia intelectual y espiritual, requiere de una
inquietud compartida, que reacciona y que nos concita ante el vacío moral y la
indiferencia filosófica , tendiente,
desde luego hacia una evolucionada visión científica de aquellas problemáticas
irresolubles mediante su método, pero existentes sin duda, y que necesitan de
una aproximación al menos curiosa sobre las mismas.
Me
parece, con toda modestia, que estamos en un momento en el que alcanzar aquella
finalidad que tenían los ritos ancestrales imbricados en los más hondo de la
consciencia (e inconsciencia) de las criaturas pensantes, es algo del todo
imprescindible, y cuya capital importancia radica no ya en la desesperación
(propia de generaciones atrás –existencialismos), sino en la vacuidad e
incapacidad manifiesta por nuestras generaciones presentes (y creo que de
manera inevitable en las futuras) para afrontar la realidad de nuestras vidas
en un orbe cada vez menos receptivo e inquieto por traslucir lo más recóndito
de nuestros espíritus, a saber, si todo lo que percibimos y con lo que
interaccionamos es realmente comprensible, y si hay algo más allá de ello, o, si siquiera, si entendemos lo que nos es dado percibir y alcanzar
medianamente con la razón.
Que
existe una demanda urgente de cambio o, mejor de transformación individual para
hacer posible la social, es algo del todo improrrogable. Veremos, con toda
humildad, en próximas entradas de este blog Ancile, por qué así nos lo parece.
Francisco Acuyo
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