jueves, 12 de marzo de 2020

¿ES UN CONSTRUCTO CULTURAL LA IDEA DE TRASCENDENCIA? EL SÍMBOLO Y EL MITO DE LO ETERNO

Estas nuevas reflexiones para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, las cuales llevan por título: ¿Es un constructo cultural la idea de trascendencia? El símbolo y el mito de lo eterno.



¿ES UN CONSTRUCTO  CULTURAL 

LA IDEA DE TRASCENDENCIA?

EL SÍMBOLO Y EL MITO DE LO ETERNO



¿Es un constructo cultural la idea de trascendencia? El símbolo y el mito de lo eterno. Francisco Acuyo



En tiempos de posmodernidad en los que se cuestiona –grotesca y ridículamente- hasta la naturaleza misma del sexo, donde el hombre y la mujer son calificados de construcciones culturales, cuestiones como la idea de trascendencia, verdad última o eterna, serán, a día de hoy, no solamente soslayadas, irremisiblemente ignoradas. En cualquier caso, será inevitable para cualquier persona en algún momento más o menos crítico de su vida, verse incitado a plantearse qué hay de realidad en un mundo evidentemente transitorio y con apariencia inevitable de sin sentido.

                Una de las evidencias que nos muestra la contemplación de los mitos a lo largo de la historia de la humanidad, será sin duda, el ¿enigmático? carácter universal de los mismos. Pero, ¿hasta qué punto sobreviven estos –mitos- en un mundo descreído, agnóstico , cuando no ateo, donde la razón científica se ha encumbrado como la verdad absoluta sobre lo que sea la realidad, aunque esta siga sin responder a las cuestiones fundamentales que obsesionan a la humanidad desde sus orígenes? ¿Es el inconsciente el dueño y señor de nuestras más hondas inquietudes manifiestas a través de sueños, símbolos o alegorías?
¿Es un constructo cultural la idea de trascendencia? El símbolo y el mito de lo eterno. Francisco Acuyo

                Freud, y en bien distinto grado, unas veces de matices, otras de fundamentos, Jung, daban cuenta de la realidad inexcusable de estas realidades psíquicas para cualquier inteligencia despierta. ¿Será posible traer a colación asuntos de esta índole y alcanzar algún interés por el público adocenado por la imagen televisiva, o el esclavo de las nuevas tecnologías (aunque desconozca de ellas su origen y sus más mínimos rudimentos científicos), o del subyugado por esta o aquella ideología al servicio del poder más zarrapastroso e inmediato? Este medio no trata con mucho de tal cosa. Acaso, motivar, despertar, interesar al que, hastiado de tanta inmundicia intelectual y espiritual, requiere de una inquietud compartida, que reacciona y que nos concita ante el vacío moral y la indiferencia filosófica ,  tendiente, desde luego hacia una evolucionada visión científica de aquellas problemáticas irresolubles mediante su método, pero existentes sin duda, y que necesitan de una aproximación al menos curiosa sobre las mismas.

                Me parece, con toda modestia, que estamos en un momento en el que alcanzar aquella finalidad que tenían los ritos ancestrales imbricados en los más hondo de la consciencia (e inconsciencia) de las criaturas pensantes, es algo del todo imprescindible, y cuya capital importancia radica no ya en la desesperación (propia de generaciones atrás –existencialismos), sino en la vacuidad e incapacidad manifiesta por nuestras generaciones presentes (y creo que de manera inevitable en las futuras) para afrontar la realidad de nuestras vidas en un orbe cada vez menos receptivo e inquieto por traslucir lo más recóndito de nuestros espíritus, a saber, si todo lo que percibimos y con lo que interaccionamos es realmente comprensible, y si hay algo más allá de  ello, o, si siquiera, si entendemos  lo que nos es dado percibir y alcanzar medianamente con la razón.

                Que existe una demanda urgente de cambio o, mejor de transformación individual para hacer posible la social, es algo del todo improrrogable. Veremos, con toda humildad, en próximas entradas de este blog Ancile, por qué así nos lo parece.





Francisco Acuyo




               
¿Es un constructo cultural la idea de trascendencia? El símbolo y el mito de lo eterno. Francisco Acuyo



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