Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que pretende ser adenda a otros ya realizados sobre el controvertido tema del mal como realidad en la vida de las criaturas, en esta ocasión bajo el título de: La unidad de la Base y la separación de esta como origen de todo sufrimiento.
LA UNIDAD DE LA BASE
Y LA SEPARACIÓN DE ESTA
COMO EL ORIGEN DE
TODO SUFRIMIENTO,
ADENDA A “EL MAL,
AROMA DE LA NADA”
NO han sido pocos, y desde luego
muy bien avisados, los que entretuvieron su buen juicio y poco tiempo que
perder en la atención sobre las desdichas que se ciernen sobre el designio de
las criaturas en este mundo. Si bien la temática la estudiaron bien y la
tradujeron en sus manuales perfectamente, acaso lo hicieron a espaldas de la
voluntad de muchos de querer atender a sus avisos y prudentes y bien fundados
criterios. La cuestión es que, sobre todo en los tiempos que discurren, o mejor,
donde discurren las conciencias de los hombres, se está mucho más atento al
olvido de las realidades más drásticas de la vida por mor de una anestesiada
existencia por las múltiples y potentes estupefacientes de la vida moderna. Así
lo señalaba de manera detenida en otra ocasión sobre el asunto.[1]
No obstante, he querido incidir de
nuevo, mucho más breve y particularmente en un aspecto, que paso a detallar en
seguida.
La desintegración de la unidad, la separación, el cisma, la segregación se manifiesta de manera evidente en todas las manifestaciones de la vida, ya sea esta instintiva (inconsciente) o propia de criaturas con la conciencia más acerada, tenaz y penetrante. En cualquier caso también constatamos que esa disgregación (orgánica o espiritual) en su impulso, obstinación, deseo, pasión o desorden, enfermedad o trastorno, conlleva de manera inevitable al sufrimiento en sus más variadas manifestaciones en la vida de los hombres.
Si
en verdad la Unidad (¿Divinidad?) tiene condición de impasible, por tanto
debe tener así mismo la cualidad de ser perfecta, de lo que se infiere que, en su integridad e
entidad únicas, no puede haber sufrimiento. Será de la imperfección, de la
ruptura, de la desunión, de la contradicción de donde provenga el dolor, la
angustia y el desconsuelo, y todo en virtud de una aparente necesidad de
ruptura de aquel vínculo totalizante y totalizador del Origen unitivo; a pesar de todo dedica esfuerzo, invierte energía e inteligencia abundantes, y todo por separarse y exhibir una supuesta
individuación que está avocada a un sufrimiento inevitable. Parece que no es sino muy razonable que sea a través
de un entendimiento integrador y unitivo que pueda superarse cualquier padecimiento. Dicho esto, ¿porqué esa insistencia en la segregación y la incoherencia que nos lleva al sufrimiento? ¿Existe una voluntad libre para esa discordante y absurda ruptura?
En cualquier caso, de
la condición desmembradora de la criatura consciente tiene origen el sufrimiento y esa intencionalidad
discriminatoria y divisora la razón básica de todo mal moral y de todo sufrimiento. ¿Acaso sea ese el
designio inevitable de todas las entidades sensibles que se afanan por defender
su condición individual de criatura? El principium
individuationis como vía evolutiva de la especialización, no obstante de
todas las excelencias progresivas que quieran señalarse en el plano biológico, tiene graves limitaciones en el ámbito moral, espiritual y psicológico, por lo que debemos reconocer como muy necesaria una generalización en esa distinción y especialidad, pues será esta
universalización la que avoque a una racionalidad acorde a un
entendimiento unitivo que pueda extraernos del infierno de la separación del
origen, decíamos, impasible y perfecto, y es que también en la búsqueda de la unidad (que siempre es integradora) puede haber sufrimiento, pero la diferencia radicará en que esa indagación siempre se hace por amor (y el amor es siempre unitivo).[2]
No
obstante, el sufrimiento del inocente, aprehendido como lo haría Hume, como
objeto suelto o libre o separado, no obtiene respuesta, como adelantábamos al
inicio, pero la cuestión es: ¿hasta dónde estamos dispuesto a admitir que en modo alguno estamos segregados del resto de
humanos, y ni siquiera del resto de criaturas que pueblan el mundo, salvo
cuando por interés egocéntrico interpretamos erróneamente la realidad de dicha
separación? Acaso, cercanos al pensamiento organicista de Whitehead, creemos que
nunca estamos del todo separados del origen orgánico de donde provenimos,
denominemos a este germen o fundamento o ascendencia como lo hagamos, y en este reconocimiento encontrar el significado, el sentido profundo de nuestras vidas.
Francisco Acuyo
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