A vueltas con los significados de los descubrimientos de la nueva física y sus potenciales aportaciones para una teoría del conocimiento, traemos una nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, que lleva por título: La información o el significado: para una teoría del conocimiento.
LA INFORMACIÓN O EL SIGNIFICADO:
PARA UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
Si el informare (dar
forma) es la acción de dar conocimiento, en tanto que da forma, ordena y
organiza, debemos reconocer que la información, como tal, nos lleva a una
autorreferencia inacabable que acabará por ser poco coherente, tanto para definir
lo que sea el conocimiento, como lo que atañe a la propia información. El hecho es que la
semántica en la que se mueve el concepto de información es bastante tenebrosa.
Así, en la teoría de la informática y de la teoría matemática de la
información, al margen de las interacciones descritas a través de los conceptos
de software- hadware, y la expresión bits (como dígitos binarios) trata de hacerse inteligible con éxito en su ámbito; otras
ciencias no describen un concepto tan claro de ella, teniendo, además, por evidente que
lo no tiene esos bits es precisamente significado.
Así
las cosas, no debe parecernos cosa rara establecer interrogantes sobre cómo se
imprime la forma y significado en el lenguaje, y cómo este hace referencia a
fenómenos tan distintos como la materia y la energía y su naturaleza en
dominios tan extraños como el que nos ofrece la física moderna (la relatividad,
la teoría de la complejidad y el caos y, sobre todo, la física cuántica) y sus
implicaciones en el ámbito del conocimiento y de los significados.
La
polisemia, como fenómeno lingüístico bien estudiado, puede, no obstante,
servirnos para entrar en el complejo mundo de la significación, y si este puede
ser llevado a los territorios de la ciencia o de la filosofía de la ciencia, para establecer unos instrumentos de entendimiento y comunicación mediante los
que atacar lingüísticamente estos fenómenos extravagantes, tan difíciles de
explicar más allá de la simbología cuantitativa matemática.
Los
factores psicológicos (establecidos para la economía del código) o evolutivos
(para significar técnicamente de manera diferente en determinadas lenguas), no
nos sirven de demasiado para establecer significados coherentes con lo que resolver
expresivamente aquellos fenómenos tan complicados de comunicar y, en
definitiva, de significar.
Las
acepciones de significado nos llevan a una ambivalencia que atañe al lingüista
y al filósofo, en tanto que están centradas en el estricto significado de las palabras.
Pero hemos de reconocer la otra vertiente que atañe al aspecto existencial de
significado, que no podemos diluir, en tanto que afecta al aspecto fundamental
del sentido vital y que debemos reconocer como de interés inevitable.
Pero, ¿podremos hacer una distinción plenamente excluyente de una y otra
acepción?
Así, cuando inferimos de la fenomenología cuántica un mundo donde el tiempo y el
espacio carecen de sentido porque son inexistentes, ¿cómo debemos significar
dicho fenómeno, si este forma parte de nuestra realidad física? Los
significados que pueden extraerse sobre esta cuestión no son fáciles de
dilucidar, en tanto que la significación lingüística o simbólica que pudiésemos
colegir, no será excluyente sobre el sentido que pueda tener esta realidad
cuántica para el significado que pueda, así mismo, contener para la comprensión y
entendimiento de un mundo que, al fin y al cabo, forma parte de nosotros y que, sin embargo, no
comparte las convenciones, por ejemplo, del espacio y tiempo, mediante las que
los seres humanos convergen y conforman ordenadamente para hacer coherente sus
vidas.
En
estudios y reflexiones sobre la sobre la homonimia llevados a cabo por quien
suscribe, le llevaron a conclusiones bastante peculiares, espero que no
escandalosas, que se obtuvieron en virtud de las apreciaciones de
significación lingüística y vital (evolucionista), de las que hablaremos en
próximos post de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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