Para la sección de Narrativa del blog Ancile, traemos un nuevo post titulado, La máscara, de nuestro muy querido amigo y colaborador Pastor Aguiar.
LA MÁSCARA
Ya que me decidí a contarlo, tengo
que empezar por un punto; aunque los hechos se desarrollaban sin un orden
cronológico.
Estaba yo en el laboratorio de
pruebas de sueño, en el primer piso del hospital general, y de pronto una
paciente colocándose la máscara por donde le llegaría el aire a presión desde
la máquina cercana. Se supone que yo debía haberle colocado todos los sensores
para monitorear su sueño y poder ir regulando la presión del aire según
aparecieran los eventos obstructivos respiratorios. Pero no pareció preocuparme
el hecho de encontrármela acostada y colocándose la máscara ella misma. Estaba
cerca del borDe de la cama y me miró con la confianza de alguien conocido.
_ No siento suficiente presión de
aire_ Me dijo.
_ No se preocupe, cuando esté
dormida la iremos subiendo hasta la que necesite. Y la careta, ¿es suya?
_ Sí, aunque creo que no se me
ajusta bien.
Yo traté de cubrirle nariz y boca
con la máscara de plástico suave y transparente, pero ella pareció inquietarse
y me la arrebató para metérsela en la boca totalmente, dejando el tubo
alimentador afuera, tipo buzo. Entonces me habló masticando las frases.
_ Va toda dentro de la boca, la
misma presión la acomoda en el interior de la cavidad, y se saca así.
Entonces haló para extraer la
careta chorreando saliva.
_ Espere a que le traiga una toalla. Póngasela de nuevo, que voy a la computadora para calibrar.
Me fui al salón contiguo y allí
estaba el jefe Toño sobre una silla rodante, tratando de organizar algo
mientras regaba otras cosas. Yo me senté en una silla igual y con leves
impulsos de los pies, le pasaba por detrás a Toño, para darme cuenta de que me
había equivocado de computadora.
_ Iba a iniciar la número cuatro y
resulta que la mujer está en el tres, déjeme pasar.
_ No te preocupes, hombre, haz lo
tuyo. Yo recojo el reguero de ayer.
Efectivamente, pude observar la
larga mesa frente a las cuatro computadoras repleta de objetos extraños, ositos
de peluche, caramelos de colores, bolas de cristal como las que usan los magos
y un equipo de música en el extremo izquierdo.
_ Parece que hubo fiesta_ Dije.
_ No, es ese técnico nuevo, tiene
cosas de niño, y lo deja todo desordenado. Se piensa que es el único acá.
_ Bueno, Toño, mientras usted
organiza, voy a buscarle una toalla a la paciente.
Me alejé rumbo a la ropería,
olvidando la compu número tres, que continuaba apagada.
Anduve por el patio central del
edificio hospitalario, donde gente que parecía del departamento de medicina
interna jugaba balompié. La pelota vino a parar delante de mis pies y le di una
gran patada, pero en vez de salir hacia delante, subió golpeándome la
mandíbula. Yo caí sobre mis espaldas y de inmediato, como un cirquero, di un
salto hasta la posición vertical, para verme al otro lado, junto al comedor.
Agarré un jarro de leche que dejé vacío en un santiamén. Entonces tiré el
recipiente contra los jugadores, que comenzaron a patearlo muertos de risa.
En aquel preciso instante me
descubrí desnudo. El miedo fue atroz, y lo único que atiné fue a cubrirme las
entrepiernas con ambas manos y a avanzar a pasitos cortos rumbo a la ropería,
donde me puse a buscar una toalla para mi paciente, pero seguía desnudo y no me
atreví a sacarme las manos del lugar crítico.
_ Por favor, necesito un ropón de
esos que usan los cirujanos; no sé cómo quedé desnudo, perdónenme.
_ No se ve nada de nada, puede
seguir así, que nadie lo va a notar_ Me dijo una haitiana que al momento se
puso a conversar con una docena de compatriotas en su lengua nativa.
El reguero y el gentío eran tremendos,
ni se podía caminar. Me desesperé cuando supuse que se habían olvidado de mi
presencia.
_ ¿Dónde está la jefa de turno?
_ Soy yo_ Me dijo sonriente una
gran mulata, rozándome con sus tetas descomunales_ Y aquí tiene lo que busca_
Con sus manos estrujaba el ropón verde oscuro.
Con el deseo fue suficiente para
verme vestido, parecía un cirujano, pues hasta me colocaron un gorro del mismo
color.
_ Apúrese, que lo esperan en el
salón para una apendicitis.
_ Al carajo, que esperen sentados_
Dije en voz baja mientras me alejaba hacia el laboratorio donde la mujer debía
estar durmiendo.
Pasé por el cuarto y la paciente,
como supuse, estaba rendida, con el tubo saliéndole por la boca rumbo a la
máquina que ronroneaba como un gato. Entonces fui hasta el lugar de las
computadoras.
_ Todo listo_ Dijo Toño de pie,
dispuesto a irse.
La mesa había quedado despejada y
la computadora tres mostrando las gráficas del estado REM.
_ ¿Cómo lo hizo?
_ Fácil, la muy cabrona se puso a
joder con lo de la careta y la presión de aire. Le soné un piñazo por la
mandíbula y la dejé noqueada como un angelito. Ahí te la dejo.
La noche pintaba muy bien, le subí
dos puntos a la presión y estiré las piernas sobre la silla que Toño acababa de
desocupar. Entonces cerré los ojos y me dediqué a soñar.
Pastor Aguiar
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