Para la sección de Extractos críticos del blog Ancile, traemos un nuevo post dedicado al libro Estudios sobre literatura contemporánea, del excelso y eminente filólogo Antonio Carreira, y que lleva por título Ética y estética de la poesía, a la sazón de: "Estudios sobre literatura contemporánea". Son algunas reflexiones sobre su espléndido y riguroso trabajo editado por la editorial Renacimiento y que desde aquí recomendamos vivamente. Ofreceremos varias entregas de la totalidad que componen estas reflexiones y que han deponer de relieve algunos asuntos que debieran motivar a plantearnos no pocos criterios de valoración ética y estética de la actualidad.
ÉTICA Y ESTÉTICA DE LA POESÍA, A LA
SAZÓN DE:
ESTUDIOS SOBRE LITERATURA CONTEMPORÁNEA,
DE ANTONIO CARREIRA (I)
siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada
y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión:
el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que en mi hay. [1]
Enmanuel Kant
Se pueden establecer algo más que
conjeturas sobre si hay algo más allá de la razón y lo razonable en la vida de
la conciencia. Pero, ¿se puede mirar, ver e ir más allá del imperativo
categórico[2]
de lo razonable para reconocer lo que sea bello y moralmente plausible? Creemos
que se puede y se debe.[3]
Es forzoso decir que la vida de lo consciente se anima y pervive también en el
mundo más o menos abisal de lo irracional inconsciente.
No obstante, también
debemos reconocer que lo bello razonable, con su apolínea, refulgente y
encomiable trayectoria, puede resultar una égida, un escudo, una protección más
que una imagen real propiamente dicha que, sin embargo, en su idealidad de
constructo de razón, no puede ser impermeable a la realidad sensorial, sensible
y sensitiva de lo exterior. Exterioridad que muy bien puede ser perturbadora,
inquietante o terrible, pues extrae al sujeto de la complacencia del yo y lo
enfrenta a la otra cara quizá menos amable de una belleza, por sublime,
eminente, compleja, que nos muestra que aquella, bien puede no estar exenta de
diferencias, paradojas, desasosiegos y contradicciones. En verdad que es propio
de la estética de lo genuinamente bello llegar a ser considerada como
perturbación, dolencia o molestia intolerable, sobre todo para los presupuestos
de belleza de una sociedad del deleite superficial, el entretenimiento hipnótico
y la fácil complacencia.
Se plantea a
mi juicio, por todo lo antecedido, una cuestión que no sólo es estética sino
también ética. ¿Afectará la moral a las directrices y ambiente en que se
fundamenta y desarrolla lo considerado bello en la actualidad? Es claro, o al
menos a mí me lo pareció siempre, que el deleite, el asombro, la fascinación o
lo inquietante de lo bello deben ser desinteresados por contemplativos, por lo
que podemos decir que lo bello trasciende (en el sentido kantiano) el placer
estético para fondear en lo ético; así, las formas bellas, aprehendidas, y a
tenor del don de la interpretación, se nos ha otorgado con el sentimiento de
lo moral (Hölderlin). De esta manera, nos vemos situados en el ideal de lo
bello kantiano. Deberíamos deducir que, en virtud del contenido racional, esa
idea de lo bello no debe ni puede sujetarse al instinto finalista del mero
consumo o la inclinación ideológica interesada que rigen en la actualidad.
El esplendor
de la verdad hegeliano deducible de lo bello, donde el concepto se manifiesta
en lo sensible (curiosa sinestesia)[4]
, ¿es un concepto perdido hoy día? Se olvida que dicho juicio (quizá, por
prejuicios ideológicos), unifica sus partes en una totalidad organizada
(orgánica) y siempre viva, capaz de revocar mil particularidades desde su
dispersión para concentrarlas en una expresión y en una figura (Hegel) de totalidad;
totalidad que, por cierto, tanto ha criticado el posmodernismo, olvidando la
capacidad reconciliadora de las partes que ofrece dicha la totalidad, pongamos
por caso, del poema, de la obra plástica, musical, … y todas ellas como una muestra
de una praxis de reconciliación y libertad y, desde luego, decíamos, de verdad.
Que la belleza
es un fin en sí misma, es algo que en el utilitarismo actual no tiene cabida. Lo
estetizante debe estar al servicio de un fin (del consumo o de la tendencia
ideológica interesada, decíamos), cuando siempre se mantuvo alejada dicha
belleza de cualquier propaganda a fin de tales servicios. Dicho lo cual,
tampoco está demás señalar la ostentación de una suerte de política de la
belleza que pretende someter los valores más genuinos y profundos de aquella,
anestesiando su honda significancia y necesaria trascendencia.
Así pues, es
cierto que nuestro raciocinio puede estar vinculado a nuestro temperamento,
muchas veces influido, pues, obedece, en ocasiones con más docilidad a los
influjos del ambiente que a los criterios y juicios de lo razonable. Es así
que, leyendo los Estudios sobre
literatura contemporánea,[5]
del admirado Antonio Carreira, reflexionaba sobre una cuestión harto debatida y
no poco llena de controversias: los
valores estéticos, y todo ello debatiendo nuestro autor, a la sazón, sobre unas
reflexiones de T.S. Eliot, en relación con la valoración y calidad de la poesía,
sobre lo cual, Eliot, enfatizaba que sólo existen versos buenos, versos malos y el caos,[6]
pero dejando huérfana de criterios la búsqueda con la que hacer posible una
evaluación.
Francisco Acuyo
1ª entrega
[2] Si este imperativo categórico propende a ser un mandamiento autónomo, emancipado de cualquiera religión o ideolo)gía y, a tenor de esa emancipación, apto para regir el proceder humano en todas sus vertientes y ostentaciones.
[4] Sobre esta temática véase: Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo. Sinestesia pincel del pensamiento, colección Entrono Gráfico Ediciones, col. Exagium, Granada, 2023.
[5] Carreira, A.: Estudios sobre Literatura Contemporánea, Renacimiento, Sevilla, 2022.
[6] Ibidem: ob. cit. pág. 368.
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