Para la sección de Ciencia ofrecemos un nuevo post que titulamos: ¿El algoritmo de la conciencia? Conciencia versus inteligencia en los procesos matemáticos y creativos profundos, siguiendo la estela de la última entrada sobre esta temática afín.
¿EL ALGORTIMO DE LA CONCIENCIA?
CONCIENCIA VERSUS INTELIGENCIA
EN LOS PROCESOS MATEMÁTICOS
Y CREATIVOS PROFUNDOS
Los procesos de programación modernos, mediante los que se pretende enseñar al ordenador una senda propia (bottom-up, de abajo arriba) con la que, a través de los pertinentes algoritmos, puedan aprender por sí mismos y así obtener más de lo que se habría programado, es uno de los argumentos más ambiciosos que, para los adeptos a la IA, resulta más convincente para para igualar o superar las capacidades humanas, incluyendo la propia creatividad (dixit). De hecho, para algunos de estos entusiastas de la programación, el impulso y el propio proceso creativo es una manera de programación que tiene su singular código fuente.
La creatividad, según estos pensadores y programadores, es susceptible de encajar en procesos netamente matemáticos, aunque muchos de ellos, no aclaran, si se trata de un proceso algorítmico basado en el manejo de datos, o si se mueve en un ámbito que excede la propia noción de verificabilidad o demostración, en tanto que la noción de verdad trasciende la propia verificación, ofreciendo la inquietante posibilidad de que algunos objetos matemáticos puedan ser independientes de la mente humana (Platón es el más ilustre y antiguo pensador de esta posibilidad, Gauss y Gödel de los más modernos).
A mí me fascinó siempre la matemática, sobre todo porque creí advertir en ella una vía creativa profunda y reveladora, que, en sus procesos de desarrollo, demostración o de puesta en evidencia de sus limitaciones, es capaz de producir belleza. No obstante, hoy día me parece que el mundo de la matemática aplicada al mundo de la información, si no es equívoca en el reconocimiento de esos procesos creativos (si son propios de un organismo con conciencia), excede el proceso de datos, por muy grande y numeroso que sea el fondo de estos, y, sobre todo, porque la IA, no puede confundir la conciencia con el proceso de datos, por muy sofisticado que estos sean, ya que la presencia de inteligencia no conlleva necesariamente la presencia de conciencia. Esto es así porque el proceso de datos o de información, en su pretendida emulación de la cognición humana, no está acompañados de la conciencia, es decir de la experiencia privada interior.
Esta intrínseca y singular naturaleza de la conciencia exigiría a la máquina, dejar de serlo, si es que esta lo que hace es reflejar, en su emulación, la percepción consciente y no la intimidad del sujeto, y si es que, como toda suerte de lógica nos dice, que solo los organismos pueden ser sujetos conscientes.
La creación de algoritmos que parecen aprender de sus propios fallos en el proceso de datos, es acaso una de las fuentes más evidentes de confusión entre inteligencia y consciencia. Estos potentes metaprogramas de autocorrección y aprendizaje son los que han llevado, primero, a no entender que estos algoritmos son constructos matemáticos antiguos y, desde luego, no de los más refinados y profundos que la matemática ha producido en su historia, pero que se ha adaptado a las necesidades utilitarias del mundo de la información; en segundo lugar, no caer en la cuenta de que el cálculo (el proceso de datos), es solo una mínima faceta del vasto dominio de las matemáticas, y del cual extraemos precisamente sus límites y profundidades de conocimiento, quedando fuera de aquellos artefactos de cómputo y cálculo la abstracción de las verdades profundas que la conciencia del matemático tiene de manera connatural y de la que infiere que su realidad está fuera del mundo material (de nuevo Platón y compañía).
El lenguaje alfa numérico (álgebra) que constituye el fundamento del algoritmo, si bien permite hablar de un número sin especificar de qué número se trata, y a través su recurso lingüístico comprender las relaciones subyacentes entre dichos números para explicar los patrones su comportamiento, cuando es llevado al ordenador, lo que hace no es sino seguir las instrucciones por las que ha sido creado, pero, por el momento, no piensa, mucho menos siente o tiene experiencia íntima, por muy potente que sea y se pueda utilizar en contextos muy diversos.
Toda esta exposición, tiene en el fondo una gran relevancia en el mundo actual en el que la IA diríase que puede resolver los problemas del mundo sea cual sea su índole y relevancia, para ello seguiremos disertando en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
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