viernes, 8 de diciembre de 2023

LUX, LUMEN: LA LUZ ÚNICA DE LA CONCIENCIA

 Cerramos lo expuesto en el anterior post, dedicado al poeta y amigo José Luis López Bretones, con esta nueva entrada para la sección de Pensamiento del blog Ancile, que lleva por título: Lux, lumen: la única luz de la conciencia.


II

LUX, LUMEN: LA LUZ ÚNICA DE LA CONCIENCIA


 

Lux, lumen: la única luz de la conciencia. Francisco Acuyo



Aquella singular experiencia -contemplativa- no fue única. Alguna más hubo; si el hecho es digno de atención, anotadlo: unos días después regresé al lugar esperando la misma respuesta, por cierto, sin resultado. La segunda vez hubo de ocurrir de nuevo, inopinadamente, paseando por otro hermoso lugar, y con la mente fuera de cualquier intencionalidad intelectual o cualquier estímulo a la sazón de aquella búsqueda concreta. Todavía hubo de suceder nuevamente, y hasta la fecha no he podido sino conjeturar la razón o el motivo de tales inquietantes acontecimientos (¿interiores, exteriores?). En cualquier caso, continuaré siendo el más leal testigo de aquellos procesos vividos que haya nunca empeñado su fidelidad y empeño de explicación, como a ningún otro suceso anteriormente acaecido. Ante todo, porque me marcó tan hondamente que jamás he podido contemplar de igual modo el espacio natural de un paisaje.

                La sensación que quedó en mi espíritu fue que, aquella supuestamente consistente, material, arbórea y rocosa y agreste imagen, en su hermosísima contemplación no era compacta, sino tremolante, aunque quieta, fluida, aun inmoble, cuya vibración era acorde con no sé qué alma de invisible instrumento que conmigo en su quietud dinámica, temblaba. Todo el entorno tenía vigor y vida y conmigo vibraba. Tratar de describir objetos era imposible en aquel ámbito, pues daba la impresión de que hacerlo era perder las cualidades del organismo vivo que contemplaba (o me contemplaba) sin entender -porque acaso no la hubiera- cuál sería su causa.

Lux, lumen: la única luz de la conciencia. Francisco Acuyo
                Al tiempo de aquel rato o espacio o sueño nunca visto y extraño, no podía ya ver, ni entender, ni sentir la naturaleza del mismo modo. Cuando quería inquirir sobre ella en un momento determinado, era claro que su respuesta se hacía flexible a la cualidad y naturaleza de mi interrogante, pudiéndose ser muy diferente en otro estado de ánimo, de predisposición racional o emocional, de intención, en fin, de mis preguntas. Era como un oráculo para el que no había secretos sobre mi espíritu: cuando mi exigencia intelectual o emocional de respuesta era mayor y más rigurosa, parecía asentir y responder,  como si esta fuera ese mismo paisaje y diere satisfactoria respuesta. Era como si el paisaje supiese de la necesidad mía de elegir lo que estaba contemplando: entonces objeto y sujeto eran conceptos de una realidad que no podía encajarse, sobre todo porque el espacio y el tiempo no podían ser o contener el marco donde encajarlo.

                A la luz de la incertidumbre de lo que acontecía sólo el lenguaje o expresión poéticos eran capaz de aproximarse a aquella realidad vivida que se mostraba inquietantemente tan cercana que no podía distinguirla de mí mismo y que, en términos machadianos, parecía ir construyéndose o hacer camino al marchar. El pulso creativo -irracional- energético del verso ponía en evidencia que era imposible separar la realidad del paisaje de mi contemplación del mismo, pero, ¿cómo iba a ser yo ese mismo paisaje? El lenguaje poético, entendí, entonces, dejó de pertenecer a ley gramatical que, como todo lenguaje, presupone que hay un observador al que dirigir el discurso. El poema lo que hacía era más que decir lo que era aquel paisaje, era mostrar la conciencia clara sobre lo que podríamos decir del mismo, o lo que es igual, de ocuparse de lo que podemos decir del mundo, o lo que es aún más inquietante: el paisaje no tiene contenidos objetuales, sino potencia creativa esperando ser belleza en el acto mismo de la observación.

Lux, lumen: la única luz de la conciencia. Francisco Acuyo

                Es cierto que lo que digo puede resultar, a los ojos positivo materialistas con los que normalmente observamos el mundo, algo disparatado, pero estas experiencia parecían dictarme que el mundo de aquel paisaje sólo existe en la singularidad de mi percepción, y que una vez fuera de ella, parecía existir objetivamente porque, acaso, otro pudiera estar percibiéndolo, era, en fin, como si el observador fuera del todo ilocalizable porque no era posible separar el vínculo extraño entre el sujeto y el objeto ,y que el lenguaje poético expresaba para que, de manera complementaria, pudiésemos hablar y entender su paradójica naturaleza.

                El fenómeno natural del paisaje será tal, si lo entendemos como la descripción de lo que vamos a observar y el sentido (los sentidos) con los que lo observamos, pero en realidad ambos son del todo indisolubles, el paisaje, a la luz de esta rara sensibilidad, es como si no existiera en sí, porque no está al margen del que lo observa. La mirada, en este estado, es activa y se hace visible gracias a luz única de la conciencia que diríase compartir el supuesto objeto de la naturaleza, si es que en verdad la luz interior se fija en el paisaje y viceversa.

                Una de las profundidades más fascinantes del lenguaje poético radica, siguiendo el término lingüístico de desvío (Jakobson, Spitzer, Cohen, Levin, …), o se trata de una manifestación extremadamente organizada del lenguaje (Stankiewicks) que, en cualquier caso, no hace sino exponer la especialidad, sutileza y refinamiento del mismo. La cuestión es que, sin ningún género de dudas, siempre encontré en esta expresión lingüística la manera más acertada de exposición y expresión de estas apreciaciones tan peculiares del paisaje y de la naturaleza que lo contenía, porque a través del lenguaje poético conseguí sintonizar la que me pareció la frecuencia lumínica correcta para conectar, contemplar y aprehender la que estimé como la luz única (dentro y fuera) de una misma y única conciencia.



Francisco Acuyo



Lux, lumen: la única luz de la conciencia. Francisco Acuyo


               

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