Presentamos la segunda entrega del excelente trabajo
Sobre el hinduismo, del profesor y
catedrático de filosofía Tomás Moreno, para nuestra celebrada sección de Microensayo del blog Ancile. Muy
recomendable estudio comparativo en forma de diálogo, que nos remite a la
tradición más rica y didáctica de la filosofía de todos los tiempos.
SOBRE EL
HINDUISMO (II Sesión)
FILÓSOFO.- Estoy de acuerdo con su opinión al respecto. La
óptica helenocéntrica al abordar esta
temática, peca casi siempre de cierto engreimiento y de una presunta
superioridad Occidental, injustificadas probablemente y mucho más cuando se
contrasta o compara con una tradición cultural y espiritual como la hinduista,
que cautivó, al ser conocida por Occidente, a muchos filósofos, historiadores,
artistas, músicos, poetas y escritores europeos y norteamericanos[1].
Estoy
pensando, por ejemplo, en el caso del gran filósofo alemán Arthur Shopenhauer. Su filosofía parece representar una verdadera y
profunda inflexión hinduista y orientalista de la metafísica greco-occidental.
Recordemos que su obra máxima, El mundo
como voluntad y representación, publicada en 1819, ve la luz en la época de
pleno auge del indianismo en Europa,
propiciado, como sabemos, por la traducción latina de las Upanishads, llevada a cabo por Anquetil
Duperron en los años 1801-1802. La versión del erudito francés impresionó
tanto a Schopenhauer que calificó el texto en cuestión de “consuelo de
su vida y de su muerte” y sirvió de base para el interés que la Indología y el mundo espiritual indio
suscitara en las universidades alemanas de la primera mitad del siglo XIX, como
se evidencia en las obras de Herder,
Schlegel, Schelling, Hegel y los
primeros sistematizadores de esa tradición de pensamiento: Max Müller y Paul Deussen.
Fue,
pues, gracias a la intuición filosófica del pensador de Danzig como el
pensamiento hinduista penetró en Europa augurándosele, con una cierta
exageración, desde las páginas de El
mundo como voluntad y representación un influjo sobre el pensamiento
europeo no inferior al que el pensamiento griego había ejercido desde la época
clásica. Por todo ello, se ha llegado a decir
que las ideas centrales de la metafísica de Schopenhauer no eran sino
“extrapolaciones indias”.
SWAMI.- Efectivamente, Shopenhauer representó, como Vd.
bien ha dicho, la primera inflexión hinduista del pensamiento occidental. Gurdjieff, Ouspensky y Madame Blavatsky,
y otros teosofistas y místicos occidentales, trataron por su
parte, a principios del XX, de aunar lo mejor de las doctrinas
místico-ocultistas occidentales e hinduistas en su búsqueda del “despertar
espiritual”. Por esas fechas el yogui indio Vivekananda se estableció en Nueva Inglaterra y, apenas un siglo
después, allí y en las costas orientales de los Estados Unidos se fueron
instalando toda una serie de gurúes, ashrams y comunidades para practicar yoga…
SOCIÓLOGO.- Ciertamente, admirado Swami, pero permítame
intervenir en este momento: la introducción y difusión del hinduismo en los
Estados Unidos se produce en los años sesenta y coincide, felizmente, con mi
estancia en la Universidad de Berkeley, donde me encontraba ampliando estudios
de postgrado, por lo que el tema me es muy caro. Como todos sabéis, fue en la
llamada década prodigiosa, cuando se
produce la segunda gran arribada a Occidente de las ideas, sabidurías y estilos
de vida orientales -hinduistas, budistas y taoístas- que fueron acogidas con
fervor y difundidas y popularizadas por músicos, poetas y líderes mass-mediáticos a lo largo y ancho de
los Estados Unidos, primero, y de Europa a continuación.
La
influencia de los beatniks o Beat generation, primero, de los hippies y seguidores de la música pop de
los Beatles, después, y el grupo de
poetas y cantautores como Allen
Ginsberg, Kerouac, Bob Dylan y Leonard Cohen, además de las
peregrinaciones de la mayoría de ellos al Tíbet y a la India, contribuyeron
decisivamente a la popularización de estas ideas orientales por todo Occidente.
La Contracultura[2], el movimiento de
la New
Age[3], el
pensamiento de Theodore Roszak[4], los escritos de Alan Watts, la psicología transpersonal de Ken Wilber, la música y
la sensibilidad comunal, ecologista y
pacifista, en fin, de nuestro tiempo serían impensables sin su influencia.
Tanto
es así, que incluso científicos como David
Bohm, discípulo de Oppenheimer, revelador del “orden implicado” y
descubridor del potencial cuántico, llegará a asociarse con el maestro indio Krishnamurti para dialogar con él sobre
educación y el mejoramiento de la humanidad, como estaba, por otra parte,
preconizando Lanza del Vasto y sus
seguidores pacifistas [5].
ANTROPÓLOGO.- Todo lo que nos ha dicho el compañero sociólogo,
forma parte de las vivencias
juveniles de todos nosotros -que pertenecemos a esa generación de los sesenta-,
y también, evidentemente, de los más jóvenes que nos acompañan en estas
sesiones, porque muchas de las ideas expuestas hasta aquí forman ya parte del imaginario cultural de las nuevas
generaciones. Pero a mí me interesa que prosigamos en el análisis y
profundización de los conceptos nucleares del hinduismo. Permítame, en
consecuencia, admirado Swami, que le exprese mi perplejidad en relación,
precisamente, con la religiosidad hinduista.
Lo
más sorprendente, pienso yo, para una mente occidental como la nuestra, que se
acerca al hinduismo por primera vez, es que descubre, en la civilización más
religiosa de la tierra, una religiosidad que carece de fundador, de dogmas, de
iglesias, de concilios, de sumos pontífices; y que no procede ni de un fundador
concreto, ni de una revelación religiosa específica, ni de una especulación
místico-doctrinal individualizada. ¿Podría hablarnos de esta forma tan original
de religiosidad y de sus orígenes?[6]
SWAMI.- Todo eso es cierto, querido amigo: la ausencia
de una deidad o deidades fundadoras -e incluso la paradójica afirmación de una
pluralidad de dioses y, simultáneamente, la negación ateísta de todos los
dioses- es una característica de las civilizaciones del Lejano Oriente y de la
India. Y ello se explica porque el hinduismo y las restantes “religiosidades”
orientales, no constituyen sólo un sistema de creencias sino también, y sobre
todo, un modo de vida, una praxis, un camino de liberación (de liberación de la
finitud y de la miserable condición humana).
Si
el hinduismo carece de dogmas es porque no los necesita, porque más que una
“creencia” es una “experiencia”. Por eso mismo está constituido por una
multitud de escuelas, sectas y confesiones que no se prestan a una
clasificación rígida: las seis escuelas
ortodoxas antes citadas, (Nyaya, Vaisesika, Shamkhya, Yoga, Mimansa y Vedanta), que aceptan (en cierto modo) la autoridad de los Vedas, y las tres escuelas heterodoxas, que la rechazan (la carvaka, forma de materialismo que incluso Buda censuró por su
inmoralidad; el jainismo célebre por
la práctica del ahimsa, la doctrina
de la no agresión a ningún ser vivo y el budismo)
forman parte, por paradójico que parezca, del mismo fenómeno cultural hinduista.
En
lo que respecta a sus orígenes, hay que decir que el hinduismo o brahamanismo
se constituye a partir del segundo milenio a. C., una vez que ya ha asimilado y
absorbido otra religión más antigua preexistente, la religión dravídica, el
Shivaísmo (que a su vez era una reminiscencia de una religión arcaica de la
naturaleza, de una religiosidad cósmica, no moral sino premoral de la tierra,
de la sensualidad y cuyas huellas hoy podemos rastrear en el Tantra.
El
Shivaísmo concebía la divinidad en
forma de “Trimurti”, ser que tiene tres formas o manifestaciones -que
simbolizan las fuerzas que actúan en el universo- (Brahma, Vishnú, Shiva, creador, conservador y
destructor o aniquilador respectivamente). Cada deidad tiene muchas
encarnaciones o avatares: Krishna, por ejemplo, es el octavo
avatar de Vishnú. El principio
central del Shivaísmo es que nada existe
en el universo que no forme parte del cuerpo divino (Vishnú); de ahí el
carácter sagrado de todas las cosas.
Como
antes hemos apuntado, los expertos hablan de panteísmo y de politeísmo al
tratar de calificar la religiosidad hinduista. Otros han llegado a
reinterpretarla en clave de un peculiar monoteísmo o de un monopoliteísmo: la
realidad suprema es una, los distintos dioses no son sino nombres plurales de
una misma realidad última (de la misma manera que la luz es una, pero el prisma
de colores que proyecta es múltiple). Si embargo, sus representaciones de lo
divino en forma de animales, de seres lunares, órganos sexuales, cuerpos de
mujeres etc., pueden sorprender y extrañar a una mente occidental como la de
Vds.
FILÓSOFO.- Me gustaría saber cuáles son los rasgos
definitorios de la ontología o metafísica hinduista. Y si podemos encontrar algún
paralelismo entre su concepción de la realidad y alguna posición filosófica
occidental determinada.
SWAMI.- Sin extenderme o profundizar demasiado -el tema
es lo suficientemente complejo como para poder aclararlo en poco tiempo- los
rasgos más destacados de la concepción de lo real en el hinduismo, creo que
serían los siguientes:
En
primer lugar, es Nihilista, pero sólo en
lo referente al mundo empírico,
porque sostiene el no-ser, la nada, la negatividad de lo que percibimos como
“real”. En sus textos, se subraya el carácter de apariencia engañosa e ilusoria
de la realidad perceptual o fenoménica, esto es: del mundo de nuestra
experiencia inmediata. Se trataría de un mundo impermanente, engañoso,
evanescente o delusivo. Una especie de ilusión mágica y de juego (lila). La verdadera Realidad, el
verdadero Ser se encuentra detrás de ese mundo apariencial, irreal: “Llévame de
lo irreal a lo real”, reza una de las estrofas de las Upanishads.
¿Por
qué ocurre esto?, nos preguntamos. En realidad, son nuestra mente medidora,
conceptualizadora y categorizadora y nuestro sistema perceptivo sensorial
quienes actúan como un “Velo de Maya”
(de la raíz sánscrita “matz” que significa: medida, división, fragmentación)
que oculta, fragmenta y diversifica lo que en realidad es uno: esto es, la
realidad última, eterna, verdadera y definitiva: el Brahma (lo Absoluto), en
contraste con lo que el budismo preconiza al calificar como Sunyata
(vacuidad, nada) el auténtico fondo de lo real.
FÍSICO.- En tal caso, la posición hinduista poco
diferiría -desde el punto de vista ontológico y gnoseológico- de lo sostenido
por algunos filósofos del pasado e incluso por científicos occidentales mucho
más cercanos. Estoy pensando, por ejemplo, en algunos de la tradición idealista
más radical: en el obispo irlandés del siglo XVIII, George Berkeley, para el cual la materia no existe con
independencia de la mente; las cosas que creemos reales son, en verdad, una construcción de nuestra conciencia. Esse est percipi: la única entidad del
ser o de lo que es, consiste en ser
percibido, en ser, simple y llanamente, nada más que un fenómeno de
conciencia. Lo extramental sería una proyección de lo intramental, creación
ilusoria de nuestra propia mente. Incluso en la Teoría Cuántica las posiciones más comunes hablan de algo parecido.
SWAMI.- Sí, algo he leído al respecto, y considero que
ciertas posiciones místicas han llegado a aprehender la esencia misma de lo
real con una penetración admirable,
luego confirmada por otras vías o caminos de conocimiento más reconocidos por
la cultura científica en que hoy nos movemos. (Continuará)
Tomás
Moreno
[1] La nómina de ellos en el siglo XX
va desde Rudyard Kipling, Mark Twain E. M. Forster o Hermann Hesse, Mircea
Eliade y Somerset Maugham, hasta Aldous Huxley, Octavio Paz, Pier Paolo
Passolini y A. Tabucchi.
[2] Véanse al respecto algunos ensayos de la
época que dan razón de todo ese movimiento contracultural orientalizante: Maria
José Ragué Arias, California Trip,
Kairós, Barcelona, 1971; Mario Maffi, La
cultura Underground, 2 tomos, Anagrama, Barcelona, 1975; Fernando Savater y Luis Antonio de Villena, Heterodoxias y Contracultura,
Montesinos, Barcelona, 1982; Luis Antonio de Villena, La Revolución Cultural (Desafío de una juventud), Editorial
Planeta, Barcelona, 1975; Keith Melvilla, Las
Comunas en la contracultura. Origen, teorías y estilos de vida, Kairós,
Barcelona, 1972.
[3] J. C. Gil y J. Nistal, ‘New age’. Una religiosidad desconcertante, Herder, Barcelona, 1994; M. Khel,
‘Nueva era’ frente al cristianismo,
Herder, Barcelona, 1990; M. Ferguson, La
conspiración de Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de
siglo, Kairós, Barcelona, 1990.
[4] Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, Kairós, Barcelona, 1970.
[5] Cfr.
Lou Marinoff, El ABC de la
Felicidad. Aristóteles, Buda y Confucio,
Ediciones B, Barcelona, 2006, pp. 40-43.
[6] Para todas estas cuestiones no existe en
castellano ninguna introducción más sabia, aguda y profunda que la de Salvador
Pániker: Aproximación al origen,
Kairós, Barcelona, 1980. Cfr. también su artículo: La broma de Brahma. El hinduismo es un camino de liberación, no de
salvación, “El País”, jueves, 30 de mayo de 1991.
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