Un nuevo y prodigioso relato de nuestro querido amigo y extraordinario narrador, colaborador para mayor consideración nuestra y de este blog Ancile, José Pastor Aguiar nos regala con otro relato para la sección de narrativa intitulado Elenin, para fruición de los más exigentes paladares literarios. Nos honra con su presencia y exquisita labor literaria nuevamente, para gozo y complacencia de los habituales de nuestras páginas.
Nuestro autor, en el arte de la pesca |
ELENIN
Dijeron que era Elenin. Primero que sí, después no;
pero ganó el cometa, porque ya era visto como un lanzamiento de strike contra la tierra, sus narices y sus vejigas
repletas de orine.
El asunto engordó tanto que ya los medios no hablaban
de otra cosa. Dos guerras nuevas sin mencionar, un avión que se fue rumbo al
cometa por complacer a los turistas, y bonitas fotos imagino.
Para colmo los asaltantes, los depravados sexuales y
los vendedores de café con coca andaban a sus anchas, porque todas las cámaras
de vigilancia apuntaban al cielo, y la policía llevaba una semana diseñando un
proyecto de contingencia, que muchos de ellos calificaban de comeduras de
mierda.
Según los cálculos de Ceferino Caprio, ganador de las
últimas olimpiadas para el premio Nobel de los mil quinientos metros en parada
de manos, era cuestión de quince días, a lo sumo.
Con la fortuna del premio, Ceferino había instalado un
telescopio sobre el techo, y todo el vecindario dependía de él, pues mejor un
conocido que la caterva de bonitillos de la tele. De tal manera, iban al
inodoro al mismo tiempo que Ceferino, encendían tabacos con él hasta quienes
jamás fumaron, y sin mencionar detalles como un sueñecito, un estornudo tragado
y vomitado cien veces para no dar la nota.
Esa vez el calor de agosto fue achacado al cometa, así
como un tornado que demolió la mitad zurda de Cacarajícara y calificaron como
un pedo de Elenin, sin insultarlo, no fuera a ser mucho peor la cosa. Nada que
ver conmigo.
La gente estaba convencida de que el animal Elenin iba
a llegar, y ya se imaginaban el encontronazo. Qué coño terremoto ni tsunami:
Elenin como un boxeador de peso completo contra el bobo de Atanasio.
Por ello y por el hambre de cosas enormísimas que uno
lleva en los genes (¿Seremos dinosaurios en miniatura?), cada cual se dispuso a
ser lo que en el fondo era, a soñar en vivo y a todo color, sin necesidad de
esas gafas en 3D.
Uno de los pioneros fue Esculapio Rotundo, tan
comedido en su curato, tan de sotana negra totalitaria.
Cuando Esculapio vio que el número de sus feligreses
se acercaba a cero, se enteró de las causas, y supo mejor que nadie lo que
venía en camino: Apocalipsis. Así que por un desdoblamiento repentino, o por
pecadillos excluyentes de su ascensión purísima, se lanzó en pelotas a la
calle, gritando.
_ ¡A ver quién me los toca, hijos de puta! ¡Matadme en
latín o español, que me da igual, desvergonzados!
Pero nadie le hizo caso, hasta dos horas después
cuando le tocó las nalgas al jefe de patrulla mientras robaba tabacos en el bar
de la esquina. El tiro fue limpio.
Me cansaría contando hazañas de última hora. Nadie
quería ser borrado del mapa sin haberse dado el gusto de su vida, y los muertos
fueron dejados en las funerarias, en las morgues, y los médicos escaparon del
asedio de los hospitales después de cogerse a las enfermeras de turno.
Alipia la samba, de quien se contaba que tenía
telarañas en “la cosa”, anduvo sus días postreros atacando portañuelas sin
resultado alguno, y terminó consolándose con un plátano macho sobre la
intersección de Quinta Avenida y Abre el Ojo. Como es de suponer, ni llegó al
orgasmo la pobre, por culpa de un camionero que se llevó la roja a ciento
noventa kilómetros por hora, voló sobre la baranda del puente y se eyaculó por
él y por Alipia.
El público acudió
los bancos a recoger lo suyo y terminó con todo lo existente, hasta con
las oficinistas, recién estrenadas de putas. De allí salieron a comprar, al
fin, los televisores Totalsintiempoparaservistos, los productos naturales por
costumbre, y muchas, diría que todas las velas para el apagón, aunque a quién
carajo le iba a importar el apagón; y eso sin decir que lo que más compraron
fueron bebidas alcohólicas.
Lo que no puedo obviar es la última alocución del
presidente de la república, quien, a duras penas y cortando varias cabezas,
logró diez segundos de aire para decir entre carcajadas.
_ ¡Jódanse, país de mierda!_ Y se aplaudió a sí mismo.
Yo no fui diferente, y cuando el locutor anunció:
_ Me voy al carajo. No piensen que voy a quedarme acá
a esperar el mandarriazo, cabrones, voy a que me cojan por el culo_ Y se salió
del armario.
Pues cuando la pantalla quedó repleta de lloviznitas,
pensé en Romualda la mujer del vecino, que el infeliz de seguro continuaba en
la flota de los mares del sur, ahora
vaciando los cañones contra los pájaros.
La puerta estaba de par en par y Romualda conforme
había venido al mundo, con Papolo sobándole ambas tetas y Cundo más abajo con
un ataque de convulsiones.
Yo agarré un cuchillo de la cocina y degollé primero a
Papolo. A Cundo no fue necesario, ya agonizaba probablemente debido al noveno
infarto.
_ ¿Por qué no te coges a tu madre? _ Me gritó Romualda
sin el menor respeto.
Acabando el insulto, ella se puso a orinar sobre la
alfombra persa como si yo no existiera. Entonces supe que no podría, un frío de
bloque de hielo me congeló las entrepiernas.
Y salí cantando, porque me di cuenta de que mi sueño
siempre fue superar a Pavarotti.
Salí a plena voz por el frente de la casa y sacudí a
los borrachos, le arranqué los vestidos a las borrachas, me desvestí yo y seguí
cantando con los ojos volcados al cielo para ver si Elenin me oía…Elenin al fin
y al cabo.
Ayer por la tarde desperté en una sala desconocida.
Frente a mi cama un pequeño televisor me dijo que era martes 29 de octubre. El
noticiero hablo de la crisis económica mundial; pero nada de Elenin.
Pastor Aguiar
Septiembre 14-11
Muchas gracias Francisco, por esta lectura refrescante y felicitaciones para el autor que sin duda, sabe como cautivarnos con su magnífica narrativa.
ResponderEliminarUn saludo cordial!
Jeniffer Moore
Miami, FL USA
Gracias, querido amigo. Te confieso que cuando escribía este cuento sobre mi cuaderno sin rayas, no cesaba de reírme de lo que iba visualizando, y hasta de mí mismo. Ahora, enriquecido con tu introducción que creo inmerecida, y con esas fantásticas imágenes, me siento honrado y casi asustado. Te agradezco mucho el regalo de que me publiques en una página de tanto prestigio. Un gran abrazo.
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