Nos complace muy gratamente ofrecer en nuestra sección Poetas invitados de nuestro (siempre vuestro) blog Ancile al poeta, profesor y amigo Alejandro Duque Amusco. Su dilatada y rica trayectoria docente y sobre todo artística queda en nuestras páginas breve pero significativamente reseñada para los amigos y habituales de este ámbito concebido para la difusión y entendimiento de los dominios literarios, intelectuales, científicos y artísticos de la actualidad que, con Alejandro Duque Amusco, se enriquece señaladamente para mejor gozo de quienes se acerquen y animen a la lectura de este post y para mayor prestigio y referencia de nuestro espacio divulgativo.
ALEJANDRO DUQUE AMUSCO:
POETA INVITADO DEL BLOG ANCILE
[Para Francisco Acuyo]
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Alejandro
Duque Amusco (1949) pasó en Sevilla su infancia y juventud, y todo el paisaje
sureño (en especial, el de Zufre [Huelva]) está muy presente en su poesía más
lírica. Siguió en Barcelona estudios de Filología Hispánica, y ha sido durante
años profesor de Literatura en el Instituto Lluís Vives, de la Ciudad Condal. Entre
sus libros de poemas destacaremos: Esencias
de los días (1976), Del agua, del
fuego y otras purificaciones (1983), Sueño
en el fuego (1989, 2ª ed. ampliada en 2009) y Donde rompe la noche (1994). Tras unas “plaquettes” aparecidas en
2004, En el olvido del mundo y Briznas (cuaderno de haikus), ve la luz A la ilusión final, en 2008, su última
obra hasta la fecha.
A MODO DE POÉTICA
(POR ALGUIEN QUE NO CREE EN LAS POÉTICAS)
Crear:
dar vida a las palabras, despertarlas, para que no digan más su engañoso
significado de siempre. La palabra poética es una caída en la verdad primaria.
El
sufrimiento es la gran coartada de los poetas; aún no saben que la poesía
exige, al menos, una tarde de felicidad.
El poeta
hace de las palabras sus ojos.
La verdadera poesía a lo que más se asemeja es a una palabra tachada,
debajo de cuya tachadura no estamos muy seguros de lo que leemos.
A. D. A.
UN
ÚNICO CORAZÓN:
POEMAS DE ALEJANDRO DUQUE AMUSCO
PRIMERA MUERTE
Vivir en soledad de amor: primera
muerte.
Elena
Martín Vivaldi
No me des sólo tu recuerdo.
Toda tú, alma de carne mía,
necesitas vivir
y completarte
aquí conmigo,
en la noche solar
de nuestro amor.
Somos la realidad que respiramos.
Hoy me duelen
los ojos
de no verte.
Dame tu día
de sutiles trabajos,
tu risa
que se enreda
entre las finas hebras de la luz,
y hasta tus lágrimas
calladas,
de asombro
y de temor,
que no consigo apenas retener,
por si todo
de pronto terminara.
Pero no tu recuerdo,
ese reverso
frío. No me des
tu recuerdo:
esa forma
de adiós, primera
muerte.
LEYENDO EN LA BIBLIOTECA
A esta líquida luz de las vidrieras
la sala de lectura,
evanescente, va ensanchando el vacío,
crujen los anaqueles con los
grandes tomos
donde otros, antes que tú,
dieron a la penumbra
el oro quebradizo de sus
sueños.
Gira el vacío y corre un
viento ácido
por entre los pupitres -ataúdes dormidos- y los rostros borrosos
de quienes leen, olvidados
de todo, en el borde del mundo.
La vida se repliega. En la
tarde oferente del conocimiento
con su terco porqué cunde la
nada.
La sabia catedral
desaparece.
Un susurro de hojas en el
libro del Tiempo.
EXITUS LETALIS
Todo lo que el corazón calla
nos conduce a la muerte.
Todo lo que la vida calla,
con sus lumbres despiertas,
es asombro y silencio
para la muerte. ¿Pues qué es
la muerte
sino la gran perplejidad, la
insólita
extrañeza, al filo mismo de
lo real?
No el sonoro joyel, no la
espirituosa pulpa: el hueso,
sólo el hueso con su seco
silencio
al que ninguna pregunta
sucede o inquieta.
Perplejidad y silencio.
Vacío
de un vacío fluyente por
debajo del tiempo,
granada abierta, hermosa
fuga, lebrel de ardor¾
eso es la muerte. Lo que
rodea a la vida como una llama pavorosa,
y la acalla por siempre.
Lo que esperamos siempre.
Óseo silencio de
perplejidad.
TRAMPAS
Aquello que posees
se revuelve contra ti,
uña venenosa que su
abundancia
clava en propia carne,
aquello que tienes
excava dentro de ti un pozo
de penuria
y te desata de lo que más
amaste.
Lo que tienes
te hace ser prisionero de tu
posesión,
engendra
cieno y ruptura,
te divide y aparta,
porque la gran riqueza es el
anhelo.
Lo que anhelas con fe
es tuyo, y nadie te lo
arrebatará.
Sólo lo que anhelas con fe es
tuyo
y será tuyo siempre,
mientras tengas la fuerza
de apartarlo si llega.
PALABRA
Celada hermosa,
detrás de cuya estela
se me fueron
los ojos deslumbrados;
viví para ahuyentar
la muerte y su cara empolvada
con tu gracia
de frágil danzarina.
Para esperarte
bajo la luna negra del deseo,
como sumiso amante,
por si acaso venías.
Pero tal vez
no eres más que eso: una
espera
en la noche,
la espera que se cumple
en otra espera,
la promesa
por siempre demorada.
La cita de una ausencia.
¿Cómo tenerte, hechizo
delicado,
si sé que las palabras
más amadas son esas
que nadie oye,
las más ansiadas son
las que nos cuestan
al final
la vida?
CRIATURAS DE LA LUZ
Brot und Wein
F. Hölderlin
Mientras fue seguro el sol
por lo más alto, en mis días
de niño,
lo fuisteis todo para mí,
serenas potestades,
resplandor y creencia, los
mensajeros
de la divinidad invadiendo
mis juegos.
Después, tras la alborada
viva
de la espera,
desperté
y ya no estabais,
fluyó la luz
y solamente vi, en la
tiniebla roja,
vuestras sagradas alas
alejándose.
OFELIA
Desconsuelo
es
mi
nombre.
No
me llaméis,
dejadme.
(Barre
el vacío
un
lecho
de
hojarasca.)
Siento
alejarse
los jardines
colgantes
del
amor.
DESNUDEZ
Danzar
es olvidarse
de
uno mismo.
Moverse
como el agua,
y
ser el río;
mecerse
con el viento,
y
ser la espiga.
Extravío
perfecto
en
el delirio.
Sublime,
el frenesí
de
los sentidos;
más
sublime después
la
quietud y la noche.
JARDÍN SECO
Lo que esperé
y apenas recibí como regalo
efímero,
los deseos que pensé
impostergables
y se volvieron humo,
los recuerdos que creí
dormidos
y son los grandes ojos de mi
noche,
los padecimientos del amor,
que tomé por fugaces y permanecen
con un sonido de copa de
cristal que se rompe,
todo lo que el tiempo me dio
y me quitó después
conforme a la oscura
costumbre del azar,
ha venido a esta hora, a
este espacio desnudo,
a este jardín enfermo
donde las flores abren con
pétalos ajados
y los brotes, apenas
apuntan, se marchitan y mueren.
Quema la tierra árida y sedienta.
Aquí estoy, en el desnudo
centro
del que escapar no puedo,
en este
espacio de reclusión de aire que construí yo mismo sin saberlo,
y donde todo se ahonda y
permanece.
La llama lacerante de este
sol hace daño,
hace daño la memoria del
agua.
A solas.
A solas con mi vida.
Jardín seco.
(Inédito)
Alejandro Duque Amusco
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