Interesantes
reflexiones sobre la paradójica visión ecologista de grupos totalitarios, por
parte del profesor y catedrático Tomás Moreno, para la sección Microensayos del
blog Ancile. No dejará indiferente la puesta en escena de una temática tan
controvertida como la que ofrecemos y que seguro nos hará pensar con más
detenimiento sobre una cuestión que no deja de ser gran actualidad.
DEL ANIMALISMO EXTREMO AL GENOCIDO NAZI
En la historia de la humanidad no ha habido
episodios de crueldad tan incomprensibles como los llevados a cabo bajo la
égida del nazismo. Conviene reflexionar sobre un caso de extrema insensibilidad, como fue el de la concepción nazi del ecologismo animalista verdaderamente
patológico, además de sentimentaloide y sensiblero[1]. Consistió, todos
lo sabemos, en una extrema humanización
del animal pareja a una degradante animalización
del hombre y ocurrió no hace más de setenta
y cinco años, en la sociedad europea tenida por más avanzada tecnológicamente y
más civilizada culturalmente de su época.
De
esa extrema y ominosa experiencia animalista
nazi, podemos -debemos- sacar algunas enseñanzas para no repetirlas nuevamente,
para que nunca más se repitan. “Sin duda, la predilección nazi por el
vegetarianismo -escribe Rosa Sala Rose- está estrechamente relacionada con una de las
características que más perplejidad han suscitado especialmente a partir de
1945, cuando los horrores de los campos de concentración se dieron a conocer en
toda su magnitud: el amor de los nazis por los animales"[2].
Todos
sabemos la auténtica obsesión que Hitler
sentía por la protección de los animales, por el culto a la naturaleza y el vegetarianismo (heredados tal vez de su
admirado Richard Wagner, del que
recogerá sus argumentos sobre las bondades del cuidado de los animales y
del vegetarianismo)[3]. Es bien conocido asimismo
el desmesurado afecto que sentía Hitler por su perro Blondi, así como el enojo que le causaba el notorio entusiasmo por
la caza de Hermann Göring, aunque también éste afirmara amar a los animales,
convencido de que disfrutaban siendo
cazados. La devoción nazi por los animales no fue ajena a
su explotación
propagandística: en las películas del Tercer Reich, un soldado alemán nunca
deja a su suerte a un perro abandonado.
Rosa Sala Rose |
También
Heinrich Himmler se sorprendía de
que su masajista Felix Kersten encontrara placer en disparar en los bosques a
pobres criaturas indefensas, y le recordaba que todos los pueblos
indogermánicos comparten el respeto por los animales y expresaba su admiración
por algunos monjes budistas, que hacen sonar una campanita a su paso para
ahuyentar a todos los animales a los que su presencia pudiera dañar[4].
La
ley de 1939 sobre la protección de los animales en Alemania, establecía que “en
el nuevo Reich no habrá el mínimo lugar para la crueldad hacia los
animales". Por tanto, resulta tanto más paradójico, contradictorio y
sorprendente, comenta Rosa Sala Rose, que los altos mandatarios nazis, amantes
de los animales, pudieran ser tan crueles con seres humanos a los que
consideraban racialmente inferiores. Y es que, los judíos no eran ni siquiera
animales para los nazis. Habían sido expulsados, sacados de la humanidad.
En
efecto, en los campos de exterminio se despojaba de su apariencia humana a los
internados, haciéndoles aparecer como subhumanos, lo que confirmaba su creencia o prejuicio.
Cuando alguien preguntó a Rudolf Höss
qué significaba el término Untermensch, contestó: “Mira, lo
puedes ver por ti mismo. No son como tú o como yo. Son diferentes. Tienen otro
aspecto. No se comportan como seres humanos". Primo Levi nos recordará en "Los
hundidos y los salvados"[5]
cómo “había que mostrar que los judíos, la subraza, los subhombres, se avenían
a toda y a cualquier humillación, incluso la de autodestruirse. El mensaje era:
No sólo podemos destruir vuestro cuerpo, sino también vuestra alma”.
Al
negarles a las víctimas toda condición moral se convencían a sí mismos de que
no había en ellos ninguna dignidad humana que respetar. La eliminación de esta
barrera contribuía a hacer posibles las matanzas. La crueldad extrema era el
ardid para que les fuera posible hacer lo que hicieron.
Tanto
los historiadores como los supervivientes de los campos de concentración han
descrito deshumanización.
En 1945, Himmler afirmaba con
orgullo que “los alemanes somos el único pueblo que
adopta una actitud decente
con sus animales”, y añadió que “también adoptaremos una actitud decente con
respecto a 'estos animales humanos' (en referencia a las mujeres checas y
rusas), pero sería un crimen contra nuestra sangre pretender ahorrar la suya o
proporcionarles ideales de ninguna clase”.
Primo Levi |
La
misma expresión “animal humano”, nos
ofrece ya un indicio del perverso desplazamiento
de la cadena jerárquica del ser que se produjo en la cosmovisión nazi. La
humanidad de las razas inferiores
resultaba cuando menos incierta y muchas veces era directamente puesta en
entredicho hasta ser explícitamente aniquilada y animalizada. Pero dicha
exclusión no hacía, sin embargo, que se beneficiasen del nuevo estatus de
animalidad: estában por debajo de él, eran menos que los perros para las SS. Así,
por ejemplo, el Oberscharführer de
las SS Kurt Franz, destinado al
campo de concentración de Treblinka, solía divertirse azuzando a su perro a
atacar a los internos con la estremecedora orden -en la que se invertía la
condición específica de uno y otros- de: “¡Humano, atrapa a ese perro!”
Y
a esta determinación biológica racista, pronto sucederá un enfoque bacteriológico. El judío, no sólo era un infrahombre o un
simple animal, sino que se convertía en un virus, una bacteria, un bacilo. Un
discurso de Himmler de 1943, en el
que distingue a los rusos (semejantes a
los animales) de los judíos (bacilos
que hay que eliminar a cualquier precio), ilustra cómo se recurre a esa nueva
referencia. El riesgo de contaminación exige medidas apropiadas y masivas, y
¿hay algo más eficaz que el fuego para garantizar la desinfección? “Mientras
eliminamos a un bacilo, no queremos ser contaminados, caer enfermos y morir
también”, dice Himmler.
S. Friedländer, que cita este pasaje
del discurso de Himmler, dice a este respecto que “el elemento microbiano en el
mito nazi del judío fue el factor desencadenante de esa irreductible necesidad,
primero de excluir a su persona física, luego de exterminarle”[6].
Otras veces, incluso eran excluidos de la animalidad
misma para ser explícitamente "cosificados".
Acaso no haya testimonio a este respecto más espeluznante y acusatorio que "Shoah",
el documental estremecedor de C.
Lanzmann, en el que un testigo internado en los Lager llega a decir: “El
que pronunciaba la palabra muerto o víctima, era golpeado [...]. Los alemanes
nos obligaban a decir, en relación con los cuerpos [de las víctimas], que se
trataba de Figuren, es decir de marionetas, muñecas, o de Schmattes,
es decir, andrajos”.
La
archirrepetida comparación de los judíos con sanguijuelas, ratas u otros
animales parasitarios a los que era preciso exterminar por el bien común
-recuerda Rosa Sala Rose- favorecía la ubicación de las razas supuestamente
inferiores en la categoría más baja no ya de la escala humana, sino de la
animal, hasta [7].
llegar -como acabamos de ver- a su simple cosificación. "Desde
ese punto de vista, y aun con todo su horror, el respeto por los animales y las
atrocidades contra ciertos seres humanos resultaban ideológicamente
conciliables"
Hans Magnus Enzenberger |
Experiencias
más recientes -recordemos solamente las llevadas a cabo en Camboya, en Ruanda, en
Bosnia, etc., a finales del siglo XX-
ponen de manifiesto que lamentablemente, el importante trabajo de memoria sobre
la Shoah, destinado a prevenir la
vuelta de tales horrores, no ha servido desgraciadamente más que para una cosa:
para que los términos de "purificación étnica",
"genocidio", "eutanasia" o "eugenesia
terapéutica" y otros con ellos relacionados, jamás sean empleados por los
que la practican o alientan, y para que éstos usen eufemismos al referirse a tales prácticas o se defiendan con toda
su agresividad y mala conciencia de
semejante acusación[8].
Cuando
se habla frívolamente del respeto debido a los fetos animales y, sin embargo, se
anatematiza la defensa de los fetos
humanos en el seno de sus madres -desposeyéndoles de cualquier tipo de
derechos, como si se tratara de
"algo sin valor" o de un mero material biológico desechable- estamos asistiendo a una tremenda degradación y perversión de la
conciencia moral humana, carente de cualquier tipo de justificación racional y
moral al efecto.
Entonces,
es momento adecuado de acudir a la historia de nuestro aciago siglo XX, en el
que la barbarie moral de una ideología política, el nazismo, utilizó sin ningún
tipo de reserva moral este tipo de argumentos y justificaciones animalistas en contraste con la
despiadada e inhumana crueldad con la que actuaron en relación con otros seres
vivos, esta vez humanos -judíos, eslavos, gitanos, homosexuales, comunistas y
otros enemigos políticos, etc.- considerados como infrahombres, como infra-animales,
como "cosas" carentes de cualquier tipo de derechos y de
respetabilidad moral.
La lectura de un famoso ensayo
del gran escritor y poeta germano Hans
Magnus Enzenberger[9], en el que se contraponen órdenes y decretos nazis sobre la "protección de los animales" y
decretos y órdenes nazis sobre la "aniquilación
de seres humanos", tal vez podría hacernos meditar y reflexionar sobre
el peligro que supone, no ya el
contraponer derechos de los animales
versus derechos humanos, sino el excederse en la sentimental conmiseración hacia animales y peces, anteponiendo el respeto debido hacia
esos especímenes (que, por supuesto, debemos mantener e incrementar) al de los
propios seres humanos, en flagrante detrimento de la consideración debida a los
derechos de las personas -de cualquier clase o condición- a ser tratados de
acuerdo con la dignidad inmarcesible e inalienable a la que son merecedoras.
Transcribamos
alguna de ellas. Seguro que nos harán pensar, reflexionar y nos ayudarán a tomar conciencia de que en
realidad todas esas abominables prácticas han sido dictadas por ideologías
antiigualitarias e inhumanas, inspiradas en el viejo darwinismo social, en el racismo
más inclemente y en el malthusianismo más retrógrado e
insolidario y que, por supuesto, nada tienen que ver con el verdadero progreso
moral solidario, humanitario y fraternal de la humanidad:
Decreto sobre el sacrificio y tenencia de
peces vivos y demás animales de sangre fría, del 14 de enero de 1936:
“Apartado 2 (1). A cangrejos, bogavantes y demás crustáceos, cuya carne ha destinado
el hombre para prohibido colocar los animales en agua fría o sólo templada y ponerlos
a hervir después”.
su consumo, se les dará muerte a lo posible por separado arrojándolos al agua en plena ebullición. Queda
su consumo, se les dará muerte a lo posible por separado arrojándolos al agua en plena ebullición. Queda
Telegrama número 234.404 cursado en Berlín el 9 de
noviembre de 1938 a todos los puestos y comisarías de Policía:
“1. En breve plazo tendrán lugar en Alemania
operaciones de limpieza contra los judíos, en especial contra sus sinagogas. No
debe ponérsele obstáculos […].
3. Se hacen preparativos para la captura de unos
20.000 a 30.000 judíos en el Reich. Ante todo hay que elegir los judíos
acaudalados. Se promulgarán más disposiciones en el curso de esta misma noche
[…]. Gestapo II. Firmado: Müller.” [10]
b) Decreto para la protección de plantas
silvestres y animales que no son de caza, del 18 de marzo de 1936:
“Apartado 16 (1). Se autoriza a los propietarios
de terrenos, a los usufructuarios o a sus mandatarios el apresar, sanos y
salvos, y tomar en custodia a gatos ajenos e incontrolados que durante el
período del 15 de marzo al 15 de agosto, y mientras la nieve cubra el suelo,
sean hallados en jardines, huertos, cementerios, parques o lugares públicos
similares. Los gatos tomados en custodia se han de tratar con todo cuidado […].”
Telegrama
número 663-43 del 25 de mayo de 1943 cursado en Varsovia al jefe superior de
policía y de las SS en el Este.
“Al inciso 1. Del total de 56.065 judíos
capturados, unos 7.000 se quitaron voluntariamente la vida en el curso de la
gran redada efectuada en el ex distrito judío. Durante el transporte hacia T.
II, fueron exterminados 6.929 judíos, con lo cual la cifra asciende en total a
13.929. Hay que descontar aproximadamente 5 ó 6.000 judíos de la cifra 56.065,
los cuales perecieron en voladuras e incendios […]. El jefe de Policía y de las
SS en el distrito de Varsovia. Firmado: Stroop.” [11]
c) Discurso
de Heinrich Himmler en Posen el 4 de octubre de 1943 a los SS-Gruppenführer.
“La mayoría de vosotros sabéis lo que significa
que haya 100 cadáveres tendidos en el suelo, o 300, o 1.000. Haber soportado
esto –prescindiendo de excepciones de debilidad humana- y, además, haber
guardado la compostura, he aquí lo que nos ha endurecido. Ésta es la página
gloriosa de nuestra historia escrita y que nunca se escribirá”[12].
Decreto
para la protección de plantas silvestres y animales que no sean de caza del 18 de marzo de 1936.
“Apartado 23 (1). Con objeto de proteger a los
restantes animales en libertad no cazables, se prohíbe: 1. el capturarlos o
exterminarlos en masa sin un motivo
razonable y justo.”
Tomás
Moreno
[1] Quiero hacer constar que de ninguna
manera pueden establecerse analogías, paralelismos ni semejanzas entre este
"animalismo criminal nazi" y cualesquiera de los, por lo general, muy
encomiables movimientos "animalistas" y "ecologistas"
existentes en la actualidad. Nada tienen que ver entre sí. El
"caso" que tratamos es evidentemente una patología, una perversión
de ideas y movimientos sumamente respetables y, en la mayoría de los casos, benéficos.
[2] Rosa Sala Rose, "Diccionario
crítico de mitos y símbolos del nazismo", Acantilado, Barcelona, 2003, pp.
397-398.
[3] A Wagner
le conmocionaba que se sacrificase a un pollo. Y Liszt describe en 1853 al
músico “acariciando a su perro Pepi” y “escupiendo a los judíos”.
[4] Felix Kersten, Totenkopf und Trae, pp. 144 y sig. Citado por Hans Magnus Enzenberger, "Política y Delito", Seix
Barral, Barcelona, 1968, pp. 19-20. "No comprendo -escribía Himmler- cómo
usted puede hallar placer, Herr Kersten, en disparar a mansalva contra los
pobres animales que tan inocentes, indefensos y desprevenidos pacen en las
lindes del bosque. Eso, bien mirado, es un puro asesinato… La naturaleza es
hermosísima, y al fin y al cabo todo animal tiene derecho a vivir. Precisamente
este punto de vista es lo que me maravilla en nuestros antepasados… Este
respeto al animal lo hallará usted en todos los pueblos indogermánicos. Me
interesó extraordinariamente el enterarme el otro día de que aún hoy los monjes
budistas, cuando atraviesan el bosque de noche, llevan consigo una campanilla,
para hacer que se aparten los animales del bosque que podrían aplastar con el
pie, a fin de no causarles ningún daño. Pero entre nosotros no hay serpiente
que no matemos a patadas, ni gusano que no pisoteemos" (Ibíd).
[5] Primo Levi, "Los hundidos y los salvados",
Muchnik editores, Barcelona, 2001.
[6] S. Friedländer, "Les
Collectións de l’Histoire", octubre de 1998, p. 15.
[7] Rosa Sala Rose, "Diccionario crítico de
mitos y símbolos del nazismo", op. cit, p. 397-398.
[8] Cfr. Armelle Le Bras-Chopard, "El zoo de los
filósofos", Taurus, Barcelona, 2003, p. 295 y 296.
[9] Hans Magnus Enzenberger "Política y Delito", op. cit.,
pp. 18-20.
[10] Gerard
Schoenberner,"Der gelbe Stern. Die Judenverfolgung in Europa, 1933 bis
1945", Hamburg, 1960, p. 12. Citado en Hans Magnus Enzenberger, "Política y Delito",
op. cit, p. 18.
[11] "Es gelbe keinen judischen
Wohnbezirk in Warschau mehrl" (Edición facsimil del informe de Stroop)
Neuwied, 1960. Citado en Hans Magnus Enzenberger, op. cit., p. 19. Los
entrecomillados son nuestros.
[12] Tribunal militar internacional, "Der
Prozess gegen die Hauptfriegverbrecher", Nürenberg 1947 y sig. Tomo XXIX,
p. 145.
Gracias por tan excelente microensayo. Impresionante.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Jeniffer