EL YO SEMIÓTICO EN POESÍA
ACASO ESTE LUGAR MODESTO de nuestras pesquisas no sea del todo sitio a propósito en el que indagar la rara, cuando no sublime o elevada circunstancia que envuelve el signo que instiga e identifica siempre de manera singular la razón de la poesía, ni siquiera para rastrear someramente la fatiga que nos fuerza tantas veces a tomar la medida de la torpeza nuestra sobre lo que su ciencia (y arte) inspiradora sea, y todo sin que acabe como el sueño, robándonos la propia compañía.
Podrán creerme si les digo que ni en las más abundosas, detenidas y eximias distinciones; diagnosis, análisis o estudios denodados, podrán aprehender de una manera definitiva lo que bulle y fulge de su vívida y sugestiva luz y que, al fin, en el verso y definitivamente en el poema se hace única y cálida presencia. Tantas veces las tentativas y esfuerzos interpretativos se nos vuelven deletéreas prolepsis o ensayos engañosos que conculcan toda veracidad sobre su esencia y su presencia extraordinaria, e incluso sobre lo que entendemos de manera muy general como conciencia poética.
Aquella autenticidad subjetiva que anunciaba Hegel1 para la poesía, y que para tantos planteaba y plantea una paradoja inabordable, parece resolverse a veces con más o menos ingenio por iniciativa audaz de algún teórico y, sobre todo, por mediación de algún que otro poeta en juegos conceptuales y expresivos también más o menos afortunados (véase Pessoa: El poeta es un fingidor) 2; nos muestra, además, un debate de índole ciertamente psicológico que no se diría, al menos en principio, mostrar atisbos de una resolución clara; nos referimos al yo poético y su relación con los otros yoes presuntos del poeta, y de los sujetos que se asomen al mundo insólito abierto también por el mismo poeta y, desde luego, en referencia con aquella singularidad de la poesía que nos advierte de su estrecha relación con lo que la verdad sea.
En este grave caso no queda otro remedio que plantearnos si la poesía parte para su constitución literaria y sobre todo expresiva, de presupuestos imaginativos sobre la realidad, o si bien sus planteamientos se realizan como fantasías a espaldas de lo que la realidad y su presunta interacción con la verdad factual manifiesta. Esto, acaso no sea una cuestión tan baladí como en principio podía pensarse, pues según una u otra consideración la poesía se realiza en una única o idiosincrática concepción ontológica3 que habría de situarla en relación directa con lo que es y, por lo tanto, como manifestación particular y genuina de la verdad y, más aún, si esta caracterización o, mejor, esta singularización, acaso la distingue del fenómeno puramente literario, cuestión esta extremadamente compleja y que en este momento no vamos siquiera a soslayar; dejémoslo acaso para una posterior y más profunda indagación.
Francisco Acuyo
Notas.-
Gracias, amigo, por abordar tan interesante asunto que ayuda a entender la teoría literaria cuando se trata de hacer un dianóstico de una obra, en este caso poética. Parecido a la Medicina, donde la Semiología estudia los signos que representan órganos y funciones determinadas. Yo modestamente opino que el poeta, más que un fingidor, muestra su verdadera identidad a través de la poesía, son como revelaciones que muchas veces la personalidad cotidiana oculta conciente o inconcientemente. Un abrazo.
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