El segundo poema del libro No la flor para la guerra (1987, primera edición, segunda edición aumentada, 1991), titulado Reticencia en la elegía, ofrecemos para la sección Poema semanal del blog Ancile. Recordamos que este libro tenía la particularidad formal de estar escrito en forma de romances, recogiendo la vieja tradición española para verterse en esta personal versión del mismo.
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RETICENCIA EN LA ELEGÍA
SUSPIRA el río del viento
los vuelos claros de un arpa,
y al soplo blanco una mano
la luz rasgaba del agua.
No suene clamor de noche,
ni leve sonido el alba.
Las sienes con poca nieve,
el pecho con mucha llama.
Temblorosa luz fundida;
miro la voz de su cara:
Era cristal de claveles
y de rosas la mirada.
Apenas yendo, si fluye
–razón de abeja la causa–
toda a libar de la arena
colmena núbil y acacia.
No inquieta abeja sin cáliz,
no flor apenas sin alas,
si al sorbo en miel descendía,
si al beso en mirto y manzana.
Dúctil se oprime la lira,
leda en la flor de la palma,
y aquella dando a la mano
la cuerda indemne del agua,
grácil paloma tañendo
mirtos espejos el nácar,
de tibios si rozan cuerdas
los dedos, que urde en la plata.
Pero cierta de penumbra,
sabe sauce de esperanza,
luz que, lavanda, bien sabe
lobelia desconfianza.
A boda la luz invoca
memoria si fue casada
(tan claros eran los pétalos
que en los ramos reflejaba).
Ya de flores al contorno
prodigioso de la falda,
blanca parecía el ave
dándose en los giros blanca.
Y en la boca restituyen
de los celos las guirnaldas
que solían derretirse
sobre el lecho en una espalda.
Francisco Acuyo
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