Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos estas Anotaciones sobre el mal, y su explicación en el mundo, que es el título del post, como adenda a algunas anotaciones de la próxima publicación del libro, El mal, aroma de la nada.
ANOTACIONES ACLARATORIAS SOBRE
EL MAL Y SU EXPLICACIÓN EN EL MUNDO
Si, en palabras de Paul Ricoeur,
Agustín de Hipona y Pelagio dejan sin respuesta la reclamación por el sufrimiento
injusto, cabe hacerse, entre otras, estas interrogantes: ¿Es el mal solamente un
desafío a la filosofía y a la teología?[1]
¿O es también un reto a la propia voluntad, sentido y significado existencial
de vivir? ¿Es el sufrimiento y el dolor algo que solamente compete en su acontecer
a la problemática subyacente de ser libre y de optar moralmente a lo que deviene y, por tanto, el mal es una invención humana? ¿O, por el contrario, el mal es
algo que es y en su sustancia nos condiciona poniendo en duda la propia
libertad de escoger recibir o no dicho mal?
En
este conjunto de textos se quiere ir más allá de una mera teodicea en la que a pesar de todo, el
mal existe, pese, digo, a las proposiciones habituales de Dios como todopoderoso e
infinitamente bueno. Quiere también estar un paso más allá de la lamentación o
la reprobación, si en la distinción entre el mal cometido y el mal sufrido existe
alguna diferencia.
Nos centramos más en el mal que devine que en el que provocamos y sus correspondientes consecuencias, en pos quizá, de no tener tan claro la unidad enigmática del mal, integrando filosóficamente en la misma unidad infame el pecado y el sufrimiento.
¿Ethos
y universo deben englobarse, aunque constituya esto un grave problema e incluso
un cisma para la religión? Así pues, ¿de dónde proviene el mal? Ya en
principio, la doctrina de la retribución (todo sufrimiento es merecido en
virtud del castigo por una acción reprobable individual o colectiva), nos
parece claramente insuficiente, el mal, en forma de dolor y sufrimiento,
trasgrede cualquier sentido de culpa y merecimiento de castigo.
Es
inevitable que la lamentación y la queja, acabe en una seria polémica en relación
al justo que sufre.[2] El unde
malum que da origen al mal sigue siendo una interrogante no resuelta, en
tanto que, si el mal no puede ser, es decir, ser algo substancial, es
inevitable la proposición de uno de los conceptos más controvertidos en este y prácticamente cualquier ámbito: la
nada, el exnihilo del mal como manifestación palmaria de lo que no es o
tiende a no serlo. Distinguir entre la punición por el mal moral cometido, del
sufrimiento injusto es de capital importancia y hace diluirse, en su
practicidad, la dimensión filosófica que moralmente trata de aprehenderla,
haciendo insuficiente incluso el intento hegeliano de unir lo trágico y lo
lógico (algo tiene que morir para que nazca otra cosa más grande),[3]
e imposible evitar la necesidad de pensar el mal.
Sin
entrar en la inevitable fractura (de la teodicea) teológica entre Dios y el mal,
parece inevitable entrar de nuevo el territorio que emparenta el mal y la nada,
si es que esta última es la que no quiere el Creador y a la que nos convoca el mal
en el no ser de la nada. La paradoja irreconciliable con la razón de ser nos
sumerge en la incertidumbre del propio origen y del ¿por qué? del mal.
En el discurrir
de este relato tratamos con toda modestia lo que filosófica y teológicamente no
puede ser enseñado, donde realidades como la renuncia y la percepción de la
belleza son vías de aceptación del enigma del que Ricoeur llamó irreductible
sufrimiento.
Francisco
Acuyo
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