martes, 27 de junio de 2017

EPÍLOGO A LA CUESTIÓN DE LA BELLEZA EN LA REALIDAD Y LA REALIDAD EN LA BELLEZA

Conclusión sobre la belleza y su incidencia en la realidad, y viceversa, en la sección, Pensamiento, del blog Ancile, bajo el título de: Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. 




Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo





EPÍLOGO A LA CUESTIÓN DE LA BELLEZA 

EN LA REALIDAD Y LA REALIDAD EN LA BELLEZA








La complejidad del mundo y la interacción inexcusable de nosotros –entidades vivas- con la realidad y naturaleza del mismo, a día de hoy es algo incuestionable. Que la realidad –física, material-  crea la conciencia (desde la óptica de la biología, es un epifenómeno del cerebro) es una concepción sobre la que la ciencia, hasta el siglo XX, nunca mantuvo discusión alguna. Hoy sabemos que la cuestión no es tan simple, y que muy bien puede ser al contrario, y que la conciencia pueda crear o influir en lo que la realidad sea, no es una idea en modo alguno descabellada. No es que yo me incline por un antropocentrismo irreflexivo (regido por el famoso y harto controvertido principio antrópico), más bien al contrario, tal vez la conciencia no sea en modo alguno patrimonio exclusivo de la estirpe del hombre. De hecho puede que el enigma de la conciencia sea en realidad un hecho inequívoco e incontestable que se presenta en el mundo y que ofrece a aquella, a la conciencia, como una incógnita y enigmática existencia que en la naturaleza se manifiesta con la misma contundencia a como puedan ofrecerse las características o propiedades más incontestables de la materia (la masa, la carga, la gravedad …. a través de las cuatro fuerzas o interacciones primordiales de la misma[1]).

Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo                En cualquier caso nos parece oportuno tener en consideración una fundamental distinción entre conciencia y pensamiento. Sobre todo porque el pensamiento es la manifestación condicionada de nuestro ego, el cual acaso no hace sino desvirtuar, a través de su visión prejuzgada de sí y del entorno, la realidad a la que aspira la conciencia como capacidad uniabarcadora, totalizadora u holística de entendimiento. La memoria y su fundamento temporal no deja entrever la realidad total –e intemporal- a la que aspira la conciencia y que tiene como primordial singularidad la potencialidad del ejercicio creativo, el cual aspira a la generación de lo nuevo, y por tanto lejos del anhelo de ser algo y de alargar la duración de esa memoria condicionada que caracteriza al yo.

La percepción de la belleza y su valoración singular se viene a manifestar también en el ejercicio creativo (y en el reconocimiento de lo bello en la naturaleza), pues  vincula nuestra conciencia a la atención precisa para reconocer nuestro condicionamiento y manipulación psicológica, y en este darse cuenta, posibilitar el acceso a la realidad de lo nuevo, de lo bello e intemporal. Hablamos de una conciencia libre, no obligada por lo prejuzgado de la memoria y el pensamiento y del juicio y que invita a la nada, la nada que será primordial ya que de ese vacío es de donde sólo puede surgir la verdadera creación  y la más sublime capacidad –intuición- para el reconocimiento de la belleza. Si estamos atentos a la verdadera naturaleza de nuestro pensamiento –separador siempre, proclive al dolor y sufrimiento, que el tiempo y espacio propician-  constatamos la realidad de la conciencia –siempre unitiva- ,y desde la que será posible la obtención y la contemplación de la belleza, la verdad e incluso el amor genuino.

                Si en lo que la realidad sea tiene mucho que ver la conciencia (seguimos manteniendo las tesis cuánticas de la estructura y origen de la naturaleza), ¿es el tiempo y el espacio supuestas realidades creadas por la conciencia? ¿O sería más correcto decir que son creados por el pensamiento? Si atendemos a la cuestión de la belleza como ejercicio creativo y portador de verdad no parece que pueda tener continuidad y por tanto estar sujeta al tiempo, si es que en verdad es apreciada en cierto modo siempre de manera nueva, como si el que está embelesado por el objeto bello hubiese muerto y renacido a aquella verdad plena y llena de belleza, perpetuamente.




Francisco Acuyo




[1] Fuerza gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil.

Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo

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