Lo racional o irracional en el mundo de lo real y de lo bello, en la sección, Pensamiento, del blog Ancile, y todo bajo el título: Razón y sin razón de la realidad ¿Es irracional la belleza?
¿ES IRRACIONAL LA
BELLEZA?
Los resultados que se
derivaron de múltiples experimentos realizados sobre la estructura íntima de la
materia, vinieron a dejar claro que es imposible una descripción razonable de
nuestro mundo,[1] es
decir, de una realidad objetiva –separada de la observación- del mismo. Parece
que las potencias físicas no tienen por qué ser necesariamente las que incidan (aisladamente
de potenciales observadores) en su conexión en diferentes eventos y en lugares
infinitamente distantes. Es evidente que la extraña conectividad cuántica rompe
los patrones del sentido común.
A menudo he podido constatar una análoga manera a la
contemplación cuántica del mundo de entender el mundo a través del valor de la
belleza (aun cuando muchas veces, en sus variadas representaciones, puede tener
un marcado carácter simbólico), y es que se caracteriza la apreciación estética
por una conexión no siempre racional (si no intuitiva) a la hora de establecer
sus vínculos con la realidad de los que son sus objetos de belleza. La
vinculación es intemporal y muchas veces universal –arquetípica- y
perfectamente reconocible por muy diferentes culturas. La realidad de lo bello
no necesita la objetivación física para ser real y reconocible. La inducción
científica (que deduce de lo particular lo general) produce problemas lógicos
que acaso son superados –irracionalmente- por la valoración de la conciencia de
lo bello (que, por cierto, no tiene por qué ser consciente). Más fue a partir
de la reflexión sobre la belleza que por la indagación de los planteamientos
extraños de la mecánica cuántica en cómo funciona la naturaleza, como llegue a
plantearme la interrogante hoy en la ciencia de la física ampliamente extendida
¿Es la consciencia –en su más amplio sentido- el fundamento vinculador, incluso
creador –instantáneo- de lo que acontece en el mundo?
Cuando científicos de muy diversas disciplinas con
tal de dejar de lado el impacto de la conciencia en la realidad del mundo,
hablan de las estructuras de la materia como si fuesen modelos carentes de
realidad física (que no matemática), se pone en evidencia el terror de acudir
al elemento de lo consciente como fundamento de la realidad de la naturaleza.
El universo
participatorio de Wheeller, qué bien casa con el mundo de los valores de lo
bello, amén de participar de la potencial realidad de lo que somos y nos rodea,
y que invoca necesariamente al dominio de los significados, y que nos hace
plantearnos cuestiones como, ¿qué significado tiene la belleza? ¿O cuál es el
de la extraña realidad de un mundo material que se sostiene en virtud de si es
o no observado? Nos parece inevitable esta interrogante, sobre todo si, como a
algunos nos sucede, somos partícipes de la necesidad de construir la realidad
(poética, creativa) desde la necesidad de libertad, si es que en verdad
queremos hacer algo nuevo, genuinamente distinto y único y que por ende sea
susceptible de ser bello. A tenor de este planteamiento, Mi conciencia o
percatación de la realidad de la belleza debe de ser libre, aun cuando existan
convenciones implícitas sobre lo que es o no bello. Es algo en verdad
enigmático que la realidad (cuántica) tenga que pasar también por un proceso
similar en tanto que la conciencia afecta a la misma realidad de lo que observa
y, no obstante, no puede ser una visión totalmente determinista o mecánica, por
lo que la cuestión de la conciencia y el libre albedrío son de capital
relevancia, y es que tanto en el ámbito de la belleza como de la realidad
cuántica se ponga de manifiesto la duda de la misma causalidad, en tanto que
los observadores que experimentan cambian la realidad en virtud de su libre
acción en la observación que llevan a cabo.
¿Qué es el valor de la belleza, o, mejor, en qué se
fundamenta? Berkeley señalaba en relación a la misma realidad –bella o no- su esse est percipi[2],
ya que es por qué es percibido, y quiere que esa percepción objetivamente dure.
Ahora bien, ¿esta percepción consciente es un epifenómeno de un órgano (el
cerebro) basado en su estructura
electroquímica (material)?
El universo
de lo subjetivo no parece del todo descriptible a través de los habituales
correlatos neuronales. De hecho, la admisión de que realidad de lo consciente
ejerce su influencia en la realidad física nos habla de otra realidad fáctica
tan evidente como puede serlo la constate espaciotiempo, la carga, la masa…,
claro está que nos referimos a la conciencia.[3]
La percepción
y valoración de la belleza es una de las maneras más intrigantes de confirmar
la conexión entre el mundo supuestamente separado, de lo objetivo (material), y
el universo de lo interior o subjetivo, que a todas luces parece ser la forma
más cercana a la verdad de cómo el mundo de la realidad se conforma. El
equilibrio, la proporción, la simetría… son propiedades que la belleza exhibe y
que nos habla de una realidad valorada por una conciencia sensible –consciente-
a la singularidad que lo bello encierra. Reconocida la verosimilitud de ambas
realidades (la de lo perceptible cotidiano materializado para nuestra
conciencia, y la de lo hermosamente conseguido para gozo y elevación de nuestro
espíritu a través de la belleza), podemos asentar el hecho de que hay diversas
maneras de realidad, pero que todas tienen el nexo común de la conciencia.
La realidad
de lo bello es la realidad de la conciencia (que valora y se estimula en dichos
valores), mas, ¿también la realidad de lo
físico objetivo es posible en virtud de la realidad de la conciencia? Cuestión
harto debatida y sin respuesta definitiva por parte de la ciencia de lo
infinitamente pequeño (teoría cuántica), y que a mí me ha hecho reflexionar
sobre la importancia de la conciencia como factor capital a la hora de dar
forma y materia a los valores de la belleza expresos en la obra de arte y en el
reconocimiento de dichos valores en la misma naturaleza. Seguiremos indagando
en otras entradas sobre este asunto, a mi juicio, del todo fascinante.
Francisco Acuyo
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