Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos el post que lleva por título: Belleza: temible y hermosa simetría.
BELLEZA, TEMIBLE Y HERMOSA SIMETRÍA
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Aunque la belleza puede manifestar un principio
terrible (que nos puede abocar al sufrimiento, a la angustia, al pánico
incluso, así lo creían Rilke o Pascal, o también recuérdese aquella temible y
hermosa simetría del tigre por William Blake) no puede reducirse a una mera
percepción sensorial, si es que la armonía, el ser, la verdad, son
interiormente reconocibles, por lo que será preciso poner en reconocimiento las
relaciones entre belleza y razón, belleza y emoción y, desde luego, belleza y
crecimiento espiritual.
De todo lo antecedido, es fácilmente deducible que la
retórica (poética) sobrepasa la cuestión de la mera elocutio y la persuasión más o menos interesada del sofista.
Aprendemos a través de las hermosas metáforas, sinestesias,… que la vivencia de lo bello es o puede ser también,
paradójicamente, la superación de lo empírico, si este atado tantas veces a la
convención falsaria del constructo de la realidad, pues aspira a través de su
impulso creativo a lo nuevo que aspira el espíritu atento.
El impulso creativo y la percepción de lo bello diríanse estar estrechamente
vinculadas a la totalidad a la que aspira todo arte (y saber) verdadero(s), en
tanto que son, ante todo, fuerzas liberadoras del espíritu, si es que en verdad
es superación de toda contradicción y sufrimiento la belleza.
La
realidad terapéutica del poema parte de la cuestión de: Si sentir la belleza es cosa mejor que entender cómo […] la
sentimos,[1] esto
es poner en evidencia la realidad vital, orgánica y creativa de la misma, y que
en el estudio de lo bello (si la belleza es, como adelantábamos, viva creación)
puede resultar esclerotizante, sino imposible, cualquier disección válida para
su descripción, aun en el ejercicio de su (necesario) análisis. No obstante,
esta diferencia inferible entre lo representado y lo sentido, nos habla de la
belleza como un valor, sin embargo, muy singular. Y esto es así
porque aun cuando aceptemos que el valor
no forma parte del mundo[2] (en
el caso de la belleza), dicho valor sí que tendría valor, a
diferencia del argumento wittginsteniano, y es que estos tipos de valores son
capaces de cambiar el mundo, y esto porque su potencia no es solo orientativa
de verdad, lo es sobre todo de predominio, de fuerza y vívida creatividad.
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