lunes, 9 de abril de 2018

LA MUJER EN GEORG SIMMEL: UNA MENTE INOBJETIVA


Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, de nuestro admirado colaborador y filósofo Tomás Moreno.


La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, Tomás Moreno




LA MUJER EN GEORG SIMMEL: 

UNA MENTE INOBJETIVA



La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, Tomás Moreno


Este prejuicio sobre la irracionalidad femenina y sobre su inferioridad intelectual y déficit creativo artístico-cultural de las mujeres llegará a instalarse –aunque de manera encubierta y algo disimulada- en el pensamiento de uno de los más ilustres filósofos del siglo XX, George Simmel (1858-1918), para quien los sexos son absolutamente opuestos o polares tal y como defendiera y desarrollara en una de sus obras fundamentales, Philosophische Kultur: Gesammelte Essays, de 1911[1]. Distingue a la mujer, según nuestro influyente pensador alemán, una cierta “falta de evolución”, una infantilización (Schopenhauer las denominará por mor de ello mismo “niños mayores durante toda su vida”) que es inalterable y que excluye, por consiguiente, al sexo femenino del  carácter humano más elevado y total. En su opinión, la evolución de la humanidad se habría detenido con su rama femenina en un estadio más temprano de lo que habría hecho con su rama masculina. Tanto el lenguaje como la formación de conceptos estaría en lo esencial más ajustada al ser masculino que al femenino.
La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, Tomás Moreno            Dos rasgos especiales y muy distintos entre sí caracterizarían la unicidad del ser femenino: falta de diferenciación y déficit de objetividad. Su falta de diferenciación, se debe fundamentalmente a la unidad no fraccionada de su naturaleza (su unicidad anímica esencial), que hace de las mujeres seres más apegados a sus “posesiones” (a sus cosas), más fieles a ellas que los hombres, caracterizados –por el contario- por ser más despiadados e infieles, porque a causa de su carácter más diferenciado, por estar fraccionado en una multiplicidad de direcciones de su naturaleza o ser -susceptibles de separación entre sí-, tienden a considerar las cosas en su objetividad más estricta e independiente. Son, pues, más “objetivos” que las mujeres. En el caso de éstas, sus afectos, valores, sentimientos, personas amadas y recuerdos más íntimos, ligados a su vida e intimidad, se separan difícilmente de ellas y permanecen “englobados en su mismo centro” personal. La existencia de dichos rasgos distintivos comportará la existencia de dos culturas diferentes (con sus correspondientes modos específicos de conocimiento): la cultura masculina, científica y objetivo-especializada en general[2], y la cultura femenina, inobjetiva o subjetiva y caracterizada por su extranjería respecto a ese modelo masculino de cultura[3]. Para Simmel, por consiguiente, nuestra cultura no es ajena a  los sexos, y, con la excepción de muy pocos ámbitos, es por entero masculina: los hombres han creado el arte y la industria, la ciencia y el
La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, Tomás Moreno
Georg Simmel
comercio, el Estado y la religión. Llega a hacer, como señala María Luisa P. Cavana, “una equiparación entre lo humano en general y lo masculino, de tal modo que la mujer que quiere participar de lo humano en general, automáticamente se masculiniza[4]. Cualquier intento por parte de las mujeres de “realizarse” en el ámbito de la Cultura objetiva y especializada (esto es, masculina) la degradará o la hará perder su naturaleza femenina (unitaria, centrípeta e indiferenciada).
            En su última etapa, más metafísica, su teoría de la polaridad de los sexos parece suavizarse y transformarse en una posición de cierta complementariedad (parecida a la propugnada por su contemporáneo Max Scheler, por esa misma época). En efecto, al contar en su propia constitución con instrumentos de conocimiento que los varones no poseen, las mujeres podrían contribuir a la cultura objetiva común en ámbitos como los de la medicina, la ciencia histórica, las artes plásticas o la literatura (la novela y, especialmente, el arte teatral[5]). Al ser, además, más sensibles y vulnerables que los varones, los terrenos culturalmente más relevantes para la creación femenina, en opinión del filósofo, serían “el hogar”[6] y su “influencia sobre los hombres”. No obstante, y a pesar de esa “pretendida complementariedad”, las diferencias entre el intelecto femenino y masculino, entre cultura masculina y cultura femenina, serían -seguirían siendo- de carácter ontológico más que histórico-social y psicológico, lo que relegaría y mantendría a las mujeres en un lugar secundario en la sociedad (como felices y conformistas “amas de casa”). (Cont.).

TOMAS MORENO





[1] Georg Simmel, Cultura femenina y otros ensayos, trad. Genoveva Dieterich, Alba, Barcelona, 1999.
[2] Simmel entiende por Cultura una especie de síntesis única del espíritu subjetivo y del objetivo, consistente en el perfeccionamiento de los individuos que se alcanza gracias al espíritu objetivado en el trabajo histórico de la especie, mediante la apropiación de determinados valores objetivos, referidos a la moral y el conocimiento, el arte y la religión, las configuraciones sociales y las formas de expresión de lo interior. 
[3]“Extranjería” que se extiende en las mujeres al ámbito del derecho y de la moral (masculinos por antonomasia). Al derecho, por su oposición a reglas y normas jurídicas y por su diferente en múltiples maneras “sentido de la justicia”. Y al de la moral por su tipo de conducta personal más vinculada al sentimiento.
[4] Maria Luisa P. Cavana, “La polaridad sexual de los valores: Simmel y Ortega y Gasset”, en VV. AA. La Filosofía contemporánea desde una perspectiva no androcéntrica, op. cit.,  p. 100 
[5] Según Simmel, en la psyche femenina el Yo y su hacer – o lo que es lo mismo, el centro de su personalidad y su periferia- están amalgamados más estrechamente que en el hombre, lo cual hace que transforme inmediatamente cualquier proceso interno en su exteriorización. Esto favorece su rol artístico como actriz, puesto que cualquier alteración anímica de su yo/intimidad se convierte –más fácilmente que en el varón actor- en una alteración corporal, y viceversa.
[6] El hogar sería de  manera absoluta, para Simmel, la gran realización cultural de las mujeres.




La mujer en Georg Simmen: Una mente inobjetiva, Tomás Moreno


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