jueves, 3 de marzo de 2022

SIGO EN MIS TRECE, POR ANTONIO CARVAJAL, SOBRE UN POEMA DE JUAN RAMÓN TORREGROSA

 Para nuestra muy estimada y cada vez más reconocida y revisitada sección de métrica del blog Ancile, De la métrica celeste, traemos un nuevo post del poeta y profesor de métrica y retórica, muy querido amigo, Antonio Carvajal, quien nos habla de un poema de nuestro no menos estimado poeta y amigo Juan Ramón Torregrosa, intitulado Edad, que de seguro hará las delicias de sus lectores, tanto por la belleza e inteligente aviso de sus versos, como por los sabios y advertidos comentarios de Carvajal, y todo bajo el titular, Sigo en mis trece.



Sigo en mis trece, Antonio Carvajal





SIGO EN MIS TRECE



Querido Francisco Acuyo. Un día otro poeta y yo vimos apagado nuestro fervor por un libro de poemas en prosa cuando el bando opositor en el jurado que componíamos lanzó contra su tersura el escupitajo de “tópico” porque en él se leía que la luz entraba por las ventanas. Pues no sé por dónde querrán que entre luz en un cuarto cerrado si no es por el lugar por donde lo hace el viento, esta materia invisible que sopla cuando quiere, nadie sabe de dónde viene ni a dónde va y lleva en sus alas el color y el calor de la vida. Deduje que la jóvena-ques-la-tal-queasí-hablaba ve el mundo por una windov pues de nada me valía tratar de explicarle que el arte también consiste en revitalizar el tópico vistiéndolo de hermosura y luz no usada con palabras insufladas por nuestro latido personal. Y uno de los tópicos en métrica es la falta de armonía del verso de trece sílabas, que asimismo llamarse puede trecesílabo. No comparto tan manida opinión y menos cuando evoco canciones de sosegada melancolía o dúos chispeantes de zarzuela sostenidos en este metro.

 

Debelador de unos tópicos y restaurador de otros, Juan Ramón Torregrosa, amigo mío que piensa y obra por su cuenta, me ofrece este poema


EDAD

 

El tiempo vuelve lentos nuestros pasos,

apacigua pasiones, calma los sentidos,

o tal vez las agudiza y los enardece.

 

El tiempo con el peso de los años

nos devuelve al territorio de la mirada,

los aromas, los sabores y dulce oído,

al recuerdo agridulce de pasados goces

 

y nunca al reino de la cálida caricia

frutal, sin cuidado de las horas que fluyen,

de la erosión constante de la edad.



 

cuyo cuarto verso me trae a la memoria los de Jorge Manrique “todo se torna graveza / cuando llega al arrabal / de senectud”: gravidez: pesantez: lentitud del verso inicial de este poema, con cinco acentos, todos ellos en las sílabas pares, de ahí su parsimonia, la sensación de paz reiterada como calma mientras el verso se hace más matérico, de once sílabas pasa a trece, pierde fuerza (es representación sonora de la graveza senil) al constar de solos cuatro acentos y se hinche de sílabas y un silencio medial lo dilata; su reverso es el verso siguiente, velocísimo, sugeridor del dinamismo extremo de la ira del viejo impotente, que emite el estertor postrero de un caduco león, llorado por Rubén Darío. Pasan los desgastes del tiempo de Góngora  a Torregrosa y  “las horas que limando están los días, / los días que royendo están los años” se nos acumulan y nos pesan y, si nos privan de sensaciones gustosas de lo tangible, nos sensibilizan extremamente, nos enclavan por Yepes en la noche pasiva del sentido mientras los sonidos y  los perfumes y los colores giran en el aire de la tarde y nos transportan de Baudelaire a Gerardo Diego, de tópico a tópico, de espejo a espejo, de las gastadas melodías usuales del endecasílabo a las sutiles expansiones armónicas del trecesílabo .

Hay que vivir bastante para aprender esto. Te lo digo con un abrazo desde Motril, 


Antonio Carvajal




Sigo en mis trece, Antonio Carvajal


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