martes, 1 de noviembre de 2022

SOBRE LA INDIVIDUALIDAD POÉTICA 2

 Siguiendo con el post intitulado Sobre la individualidad poética, ofrecemos su segunda entrada, y todo para la sección Extractos críticos, del blog Ancile.



SOBRE LA INDIVIDUALIDAD POÉTICA 2



Sobre la individualidad poética, 2, Francisco Acuyo



Si es cierto que uno capta lo que es absurdo antes de conocer aquello que no lo es[1], acaso no podemos dar por sentado en el discurso posmoderno, que se dice persigue con claridad el fin de lo social alienante sobre lo necesario individual; cuestionamos nosotros los principios sobre los que pretenden asentar su crítica, por eso decía al inicio de este tratado: Cuando hablo y pongo en cuestión a la persona, al individuo, no hago sino invocar, no tanto el recuerdo, sino la realidad propios del relato (que no metarrelato) de lo que sea el ser mismo. ¿Es con esta precisión e intención ontológica como plantea y vindica la individualidad el juicio posmoderno?  Más más adelante añadía: No sé, si en su afán de emancipación de la humanidad se pierden en exquisiteces intelectuales e ideológicas, de las que pudieren ser versados y hábiles tejedores (tergiversadores), pero, a mi juicio, olvidaron en el fondo que aquella humanidad está conformada por la inquietud existencial de sus individuos en cualquier época.

Así las cosas, verán que en esta exposición no hago sino cuestionar posicionamientos que acaso, en el devenir cultural de la posmodernidad, encuentran mi personal y humilde duda y objeción, aunque, como expresaba en el anterior trabajo mencionado: No es esta exposición un combate teórico a ultranza contra la conjetura posmoderna, sea más bien, acaso, un simple encuentro, en modo alguno aborrecible diatriba. Así, digo que, en lo que el ideólogo posmoderno quizá no pone énfasis suficiente será en el valor de verdad que reside en todo individuo. La noción pues, de individuo, es fundamental (pues ella encierra la dignitas) para el consecuente respeto hacia cada ser humano, cuya idiosincrática humana individualidad, supone una verdad incuestionable.

 El ethos o valor moral innegociable de aquel dignus que es propio de cada uno, se dice que es siempre inestimable. La acción de dignificar (dignificare) equitativamente a cualquier persona es fundamento básico de cualquier reconocimiento a todo hombre, el cual, a su vez, será dignatario de ese principio básico de reconocimiento, por lo que nos parece franca y extraña contradicción que, de la doctrina posmoderna, se extraiga una verdad que pueda pasar por una excrecencia especulativa, y l

Sobre la individualidad poética, 2, Francisco Acuyo

a quieran echar con las cosas sobrantes (si toda verdad es cuestionada)  y que no pasan de  formar parte de un detrito informe solo digno del olvido
. Y terminaría añadiendo una nueva interrogante: ¿dónde quedó aquel concepto de la filosofía y la ciencia griegos que tiende hacia valores incondicionales que aprehenden y pretenden la verdad?

El exilio sometido a conceptos como el de espíritu, basado y ligado al individuo, decíamos, es algo a día de hoy, parece que insostenible, ante todo porque este espíritu individual se manifiesta por el hecho de ser en el devenir histórico del mundo. Pero es evidente que este examen de lo histórico no es y no puede suponer una relativización de los valores. No podemos ni debemos rechazar la conquista del espíritu (individual), aunque sea solo como bien cultural, que desde luego no es poco.

Continuaba considerando que: Si todo lo que atenta contra la dignidad humana es intolerable por indigno, cabría reflexionar, si en la actualidad, más allá del pensamiento moderno y posmoderno, aquella Oratio de hominis dignitate[2] de Pico de la Mirandola, tiene alguna vigencia, sobre todo ante las continuas y grandilocuentes referencias a la Declaración Universal de Derechos Humanos. Lo que resulta más chocante es que, desde estas doctrinas críticas hacia la modernidad ni siquiera se haya planteado con contundencia, que es el individuo quien pone esta cuestión de la dignidad desde la perspectiva personal más básica: todo se fía a una virtual humanidad que parece dejar de serlo por culpa de los evidentes excesos tecnológicos de la modernidad, y cuando deberíamos saber, recordando la sentencia de Shakespeare, que “el fin corona todo, y ese viejo arbitro común del universo, el Tiempo, acabará con todo un día”.[3]

Creo, en fin, observar, no obstante, de sus críticas, una cierta falta de respeto a lo más hondo de la humanidad individual, que es su ser más íntimo, y que esta irrespetuosidad tiene un influjo realmente nocivo, cuando proviene del centro mismo de la vida pública y de sus responsables ejecutores en cargos de la vida política. Sin embargo, estos políticos buscan albergue en lo relativo de cualquier verdad, para justificar así mismo cualquier extravío y desvarío de los que estamos acostumbrados a ver que acometen sin ningún pudor hacia la vida pública y personal.

Vierten aquella insidiosa sugestión (Glusckman) que cuestiona la misma verdad para ofrecerla como un sin sentido o una quimera irrealizable.[4] Por eso también decía que, en forma de interrogante: ¿cómo es que se falta el respeto de manera tan evidente a sí mismo el ser humano en la actualidad, si ni siquiera se tiene en cuenta la primordial individualidad y no se lee con atenta detención su ser existencial?

Acaso deberíamos afrontar esta interrogante dirigiendo nuestra mirada hacia aquellos hombres ejemplares que debieran ser modelo para cualquiera que pretenda respetarse a sí mismo, y plantearse si hay alguno en lo más prominente de la vida pública entre nosotros. Parece, a primera vista, que no es nada fácil de encontrar un sujeto con esas características en este ámbito social de responsabilidad política, y por tanto pública. Si, pongamos que los mandatarios, modernos y posmodernos, no se respetan a sí mismos poniendo en contradicción continua el valor de su misma palabra (es tristemente constatable que nuestros próceres políticos mienten más que respiran con todo desparpajo y sin vergüenza alguna), ¿dónde hemos de mirarnos, no ya como sociedad, sino como individuo particular para ser coherente con aquella dignitas latina, y no digamos con el ethos griego?



Francisco Acuyo




[1] Gluksman, A.: La estupidez: ideologías del posmodernismo, Planeta Agostini, Buenos Aires, 1994, pág.14.

[2] Mirandola, P. de la: Discurso sobre la dignidad del hombre, Winograd, Buenos Aires, 2003.

[3] Shakespeare, W.: Troilo y Cresida, Obras Completas, vol. IV, Aguilar, Madrid, 1982, Pág. 293.

[4] Gluksman, A.: op. cit. pág. 59.



Sobre la individualidad poética, 2, Francisco Acuyo


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